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LA VIDA, UN MARAVILLOSO Y PERMANENTE DESAFÍO

Por Antonio Las Heras

“Velar se debe la vida, de tal suerte, que viva quede en la muerte”, sentencia el conocido poema del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín  (1855/1931). Con esto el poeta, en su sabiduría, nos dice que la manera adecuada de recorrer esta existencia es aquella que permita dejar alguna huella. Por pequeña que fuera. Una marca tal que confirma que ha sido puesta por alguien que, en verdad, tuvo una vida única e irrepetible. Lo que implica haberse abierto a las posibilidades que – solamente a la especie humana – otorgan la imaginación y la fantasía; el deseo por conocer más, por descubrir, por develar.

Es que en la esencia humana se encuentra esta faceta muy pocas veces atendida: la de concebir a la vida como un desafío permanente.

Nos hemos pasado, al parecer, demasiado ocupados en perseguir seguridades durante las décadas pasadas, creyendo, ingenuamente, que en el Universo hay otras garantías y certezas que no sean – parafraseando al I Ching – el hecho ineludible de que lo único inmutable es la continua mutación. Puede decirse que, desde finalizada la Segunda Guerra Mundial, Occidente se esforzó, por todos los medios que tuvo a su alcance, para asegurar un futuro previsible, estable, sin perturbadores imprevistos. Entonces, ya iniciado el Tercer Milenio, irrumpe una pandemia que derrumba aquellas ambiciones. La “zona de confort”, como fue denominada, se derrumba en instantes cual castillo de arena.

En lugar de pretender serenidad, fuerza y vigor para su espíritu lo que le permitiría una concepción mental objetiva quitándole a su cuerpo toda la secuencia de padecimientos psicosomáticos, la atención estuvo puesta en el afuera y en la acumulación de bienes personales. Parece que aquellos dos interrogantes que ocuparon a San Ignacio de Loyola – ¿A dónde voy?, ¿Para qué voy? – no provocaron interés en la persona normal. Mas ocurre que la vida humana es bastante más que acumular riquezas. Y hasta, ateniéndonos a la historia de quienes construyeron los cimientos de la Humanidad, se nota que las riquezas materiales son más un lastre que un facilitador. Obviamente cuando Khalil Gibral sentencia: “Sólo eres dueño de lo que no puedes perder en un naufragio” nos pone de cara al problema. Lo que cada uno haya incorporado en conocimientos y saberes es la única herramienta segura que se tiene. Todo lo demás son posesiones momentáneas. Si contamos con ellas serán aprovechadas, caso contrario la creatividad permitirá obtener lo necesario para seguir armónicamente el sendero.

Celos, envidias, odio y egoísmo son enfermedades provocadas por el pensamiento equivocado de que es más importante “tener” que “ser.” Quien se encuentra ocupado en su trabajo de crecimiento y evolución permanente en las esferas de lo espiritual e intelectual, no dedica tiempo ni esfuerzo a ver cómo convertirse en más que el otro. Como el guerrero mítico, ha descubierto que su combate es contra sí mismo. Y que ha de ser su combate interior lo que le permitirá – mediante sus avances personales – favorecer a sus seres queridos y la comunidad toda, aún sin proponérselo.

Jorge Luis Borges, con su clásica ironía, solía sorprender a su interlocutor diciendo: “Sí, es cierto nos ha tocado vivir tiempos difíciles…” Allí hacía una pausa para agregar lacónicamente: “Como a todos los hombres, en todos los tiempos”.

Crecer y desarrollarse como persona es aprender a enfrentar y resolver exitosamente las dificultades y adversidades que siempre presenta la vida cotidiana. No han habido tiempos mejores o épocas peores. Lo único cierto es que todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira. Los acontecimientos son entendidos de acuerdo a un modelo previo de pensamiento. Quien cree que la vida hay que dedicarla a conseguir un futuro garantizado, siempre estará insatisfecho, inseguro e infeliz. Quien piensa en la vida como una construcción de permanente desafío sonreirá al acostarse cada noche para despertar con fuerza vital en las mañanas.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com

APOLOGÍA DE LA ESPIRITUALIDAD

Por Antonio Las Heras

Por cierto que, cuándo en la primera mitad del siglo XVII, René Descartes (1596/1650) se preguntaba “¿Qué diferencia existe entre un cuerpo vivo y uno muerto?” en el artículo 6 de “Las pasiones del alma”, nunca pensó que unos siglos después – iniciado el XXI – nos hallaríamos transitando un  materialismo consumista tan encumbrado que hasta el tan delicado tema, propio de especialistas, como son las neurociencias estaría en boca de todos y los libros de esa temática serían best sellers. Paralelo a ello,  lo espiritual quedaba diluido entre los intereses de la cultura occidental.

Por eso nosotros escribimos estas líneas, como contraposición a tanta información que pretende llevarnos a la creencia – es sólo eso, una creencia y no cuestión confirmada – de que las conductas humanas son, apenas, resultados de reacciones físicas y químicas desencadenadas principalmente en el cerebro.  De manera tal que toda acción humana – desde amar hasta odiar – estaría provocada por ciertas reacciones susceptibles de ser reproducidas en un equipado laboratorio. ¿Pero, acaso, aparece la vida en un experimento?

Nos permitimos remarcar que todo lo expresado en el cuerpo físico tiene – previo a ello – algún tipo de disparador que lo provoca. Cierto que ante un sentimiento de cobardía se activa cierta área del cerebro y no otra. Pero eso es el síntoma; nunca la causa. El hecho previo – la causa – tiene otro origen, que ni la más moderna aparatología científica puede detectar. Pues se trata de ese constituyente esencial de lo humano que, desde los albores del tiempo, fue denominado espíritu. Espíritu es el aspecto inmaterial que habita y anima a la persona humana. “Espíritu es la sustancia que puede subsistir y operar sin la materia”, al decir de Régis Jolivet. Lo espiritual prescinde de las limitaciones del tiempo y la distancia a las que la materia se encuentra ceñida. Es, precisamente, ese espíritu el que nos guía hacia determinados procesos.

Algo de esto advirtió el mismo Albert Einstein cuando escribió: “Ningún descubrimiento lógico conduce hacia el descubrimiento de leyes elementales. Solamente hay el camino de la intuición, ayudado por el sentimiento de un orden que yace detrás de las apariencias.” Obsérvese los términos utilizados por el sabio: “intuición” y “sentimiento.” Productos de la acción espiritual. Precisamente por ello, en su momento, Lecomte du Noüy (1883/1947) afirmó que el fin de la evolución humana es el desarrollo de la persona hasta completar su condición espiritual.

Lo espiritual ha tenido diversas definiciones. Lo que se explica por la dificultad de concepción que en sí mismo provoca referirnos a un “algo” que poseemos pero que – a la vez – nos resulta ajeno.

Nosotros diremos que el espíritu es aquello con lo que se encuentra dotado cada humano para establecer una comunicación directa y personal con la Gran Arquitectura Universal con lo cuál conocer el lugar y tarea que el Omnipotente tiene asignado para uno. O sea, aquello que otorga sentido esencial y trascendente a la existencia humana. Estando la búsqueda espiritual tan lejos de los objetivos actuales en Occidente es entendible que el “vacío existencial” sea moneda corriente. Con los efectos dañinos que ello implica. Obvio.

Esta manera de concebir el espíritu no implica la aceptación de religión, fe o culto alguno. El término Omnipotente puede darse a cualquier principio organizador universal. Y Gran Arquitectura Universal nos parece una muy buena manera de denominar al conjunto de leyes que rigen el Cosmos.

No obstante, de manera individual se puede desoír los cantos de sirena que con inusual perseverancia brindan, a cada momento, los estímulos materialistas consumistas, y decidir ir en atrevida búsqueda hacia el encuentro de lo espiritual. Pero, claro, conseguir la intensidad de trabajo personal que requiere lograr esa tarea implica darse tiempo para la meditación profunda, alcanzar serenidad suficiente, traer lo obtenido al pensamiento y convertirlo en enriquecedora reflexión.  Lo que difícilmente ha de lograrse en tiempos sin tomar suficiente distancia de la dispersión de la consciencia que es moneda corriente ante el interés por lo banal y lo trivializado. Llegado a este punto conviene recordar al filósofo español Luis Farré (1902/1977), cuando ya a mediados del siglo XX escribió: “La espiritualidad, tanto la oriental como la occidental, no se satisface con lo que denominamos normalidad. “

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com

La importancia fundamental de tener pensamientos positivos.

Por Antonio Las Heras

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A comienzos de la década de los ochenta del siglo XX fuimos unos cuántos quienes comenzamos a señalar la importancia de tener pensamientos positivos para desarrollar una vida sana en los tres aspectos que requiere la persona humana: lo biológico, lo psíquico y lo social. Si bien quienes concurrían a nuestros cursos, talleres, jornadas y conferencias o leían los artículos y libros que publicábamos se interesaron enseguida por tales ejercitaciones, hay que recordar que recibimos muchas críticas, sobre todo del campo académico y universitario. Digamos, “de los profesionales.” Hubo mucha resistencia para aceptar que según sean los pensamientos que uno alberga así habrá de acontecer su vida cotidiana. Pero, las evidencias – una vez más – se impusieron. Hoy tenemos certeza de cuán importante es enfrentar las dificultades, adversidades e imprevistos valiéndonos del pensamiento positivo. Pero, antes de seguir, dejemos bien en claro que “pensamiento positivo” no es dejar transcurrir los acontecimientos mientras se dice “ya las cosas pasarán”, “yo sé que todo será para bien” o frases por el estilo. Todo lo contrario, se trata de una actitud racional y comprometida. En nada asociada a conductas mágicas. Reflexionar, deducir, analizar los diferentes aspectos de un asunto; eso es pensamiento positivo. Tener en claro que por más negativa que sea una situación ha de tener un aspecto positivo para aprovechar. Pero, claro, sólo la persona que pone en práctica su inteligencia sabrá encontrar ese lado favorable y usarlo en su provecho.

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El pensamiento positivo disuelve las conductas emocionales e impulsivas de las cuales – por lo usual – tenemos que arrepentirnos. “Si lo hubiera pensado antes de hacerlo”, hemos escuchado lamentarse tantas veces. Nuestros padres y abuelos, en su sabiduría, nos enseñaron que las decisiones se toman “con la cabeza fría” queriendo – con eso – manifestar que no nos dejásemos llevar por enojos, rabietas y emotividades.

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La práctica del pensamiento positivo implica ser capaz de preguntarse: “¿Cómo podrá hacerse esto de otra forma?” “¿A quién puedo recurrir por ayuda que, realmente, tenga experticia en esto?” “¿Cuáles es el proceso que debo realizar para conseguir lo que me propongo?” Aplicar el pensamiento lógico suele ser el sendero para resolver muchas dificultades que nos habían estado produciendo ansiedad, angustia, frustración y, hasta, actitudes depresivas.

Racionalidad con creatividad y la dosis necesaria de intuición conforman los ejes del pensamiento positivo.

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La práctica de esta forma para enfrentar la vida otorga serenidad, confianza en uno mismo, evita la dispersión mental, disuelve el nerviosismo, propende a una toma adecuada de decisiones, soslaya la angustia y evita la ansiedad. De manera tal que brinda grandes beneficios para vivir en franca armonía con lo cual hasta mejoramos los mecanismos de defensa contra las enfermedades que, como ha comprobado la Medicina, son en su mayoría psicosomáticas. Dicho de otro modo: “el cuerpo es el campo de batalla de la mente.”

A continuación unas pocas constataciones dadas en este Siglo XXI sobre la importancia del pensamiento positivo para una vida biopsicosocial sana.

En 2007 la prestigiosa revista francesa Le Nouvel Observateur dedicó su tapa al psicólogo David Servan Schreiber quien aseguró que las enfermedades pueden curarse apelando a la psiquis de las personas. “Es sólo cuestión de dominar la mente”, expresó en la entrevista.

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“El cerebro puede cultivarse a través del sostén de una actividad mental intensa durante toda la vida. Las conexiones y redes neuronales se estimulan con la actividad mental … fundamentalmente aquello que implica creatividad, estrategias, imaginación… la lectura, el fomento de vínculos y hasta el amor recibido cambian físicamente nuestro cerebro”, explicaban en 2009 en el diario La Nación (Buenos Aires) Griselda Russo y Jorge Campos, entonces médicos del Servicio de Neurología Cognitiva, Neuropsiquiatría y Neuropsicología del Instituto Fleni.

En una edición del The New York Times de 2009 se entrevista a varios profesionales especializados en la conducta humana. “Si no quiere que suceda, ni lo piense”, es la síntesis del artículo. “El hecho de que venga a nuestra mente lo peor, en ciertas circunstancias, puede incrementar las posibilidades de que pase”, señala Daniel M. Wegner, psicólogo de la Universidad de Harvard.

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“Sabemos que lo que está en nuestras mentes puede influir en nuestros juicios y comportamientos simplemente por estar ahí, flotando en la superficie de la consciencia”, señala el psicólogo Jamie Arndt, de la Universidad de Missouri.

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Algo tan anhelado como es el sentimiento de felicidad resulta ser accesible a través del ejercicio del pensamiento positivo, pues tengo que tener en claro – lo que resulta producto de un análisis racional – sobre qué cosas me provocan bienestar, cuáles malestar, cuáles me permiten felicidad y cuáles no. Lo explicó bien el Dr. Patch Adams durante las sesiones del Human Capital Forum 2013: “No necesitamos ser dueños de algo para ser felices. Todo es consecuencia de una decisión. Es decirse a una mismo `voy a amar la vida`. No espero, podría o debería. Se trata de una intención. Y cuando uno está comprometido con esa intención, cuando ama la vida cada segundo, todo funciona.”

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En 2014 el diario Clarín (Buenos Aires) dedica dos páginas con explicaciones de expertos sobre el hecho de que “vivir preocupado hace mal: prueban que triplica el riesgo de infarto.” Y, ¿qué es preocuparse?, interrogamos nosotros. Pues bien, no es otra cosa que pensamiento negativo. Pre-ocuparse es “ocuparse antes de tiempo”, con antelación; sin ponerse manos a la obra para encontrar la solución requerida. Pero, claro, eso ya es “pensamiento positivo.” Las preocupaciones  – que son efectos de utilizar mal el pensamiento – afectan la relación biopsicosocial de la persona, favoreciendo diferente tipo de malestares. No sólo orgánicos sino también sociales puesto que la persona preocupada tiende a considerar todo negativo y la gente se va alejando de ella.

En ese mismo 2014, Estanislao Bachrach, doctor en Biología Molecular, explicaba: “Todo lo que pensamos y cómo pensamos, altera al cerebro.”

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Como lo explica la psicóloga Andrea Ricagno, quien se ocupa de ejercitar a los jugadores del Racing Club: “El cerebro tiene la capacidad de plasticidad, es entrenable. Cuánto más entrenamiento acumula, mayor rendimiento puede obtener.” Así también lo había dejado en claro – en 2009 – el psicólogo Louis Falik (experto en la teoría de la modificabilidad cognitiva) quien sentenció: “Ahora lo sabemos: el cerebro cambia si ejercitamos nuestra inteligencia. Probablemente sea el más plástico de todos nuestros órganos.”

De todo esto se desprende, de manera concreta y precisa, algo que ya – hace no menos de 2.500 años – afirmaron las escuelas de sabiduría (también llamadas iniciáticas) egipcias, griegas y romanas: lo que uno piensa termina concretándose. Ud. piensa “no podré” y – no lo dude – jamás podrá, pues con esa directiva está entrenando (programando) a su cerebro.

Imposible finalizar si recordar la frase con la cual se inicia ese antiquísimo libro titulado “Kybalion” que lleva la firma enigmática de “Tres Iniciados.” Afirma: “El Universo es mental.”

 

 

 

 

 

 

 

Sobre la transmisión del conocimiento trascendente.

Por Antonio Las Heras

El pájaro rompe el cascarón.

El cascarón es el mundo.

Quien quiera nacer

tiene que destruir un mundo.

(Herman Hesse.)

 

GURDJIEFF  Es frecuente encontrarme con personas que manifiestan interés por incorporar a su existencia el plano de lo trascendente; esto es: lo esotérico, lo espiritual. Y consultan sobre qué curso pueden hacer o que libro leer para concretarlo tal anhelo. Suele llamarles la atención cuando les respondo que sea el curso o el libro que fuere, eso sólo podrá darles una erudición, una información teórica; pero en modo alguno quedarán en condiciones para realizar una práctica en verdad transformadora de su vida.

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Demasiado influenciados por la sociedad “materialista consumista” que propone que las cosas ocurran “en tiempo real” y tengan inmediatez, se ha vuelto “normal” la búsqueda de lo trascendente a partir de herramientas que, en modo alguno, pueden proporcionarla. Es más, cuando se utiliza el término “esotérico” no falta quienes se asusten (o molesten) señalando que estaban buscando algo que fuera “científico.” Olvidan que lo científico es exotérico. Y lo que hace al Universo Interior lo denominamos esotérico. Junto a tanta confusión, y en paralelo con los tiempos de trivialización que atravesamos, encontramos que se persigue lograr cambios esenciales de vida pero requiriendo que se pueda hacer rápido, con el menor esfuerzo posible (con un curso de dos horas por semana, por ejemplo) y – además – en forma gratuita.

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Frente a esto, solemos recordar que hay dos cosas necesariamente malas: lo fácil y lo gratuito. Fáciles son los caminos en bajada. Cualquier crecimiento requiere esfuerzo. Por lo habitual, esfuerzo permanente. Y en cuanto a lo gratuito, ya conocemos que nada bueno ni útil puede ser gratuito. Tal vez por esto ya en la primera mitad del siglo XX, Gurdjieff dejaba bien en claro el punto de que en modo alguno el aprendizaje puede ser gratuito. Expresaba: “En mi caso, usted debe pagarme una suma considerable…” Ocurre que todo lo valioso tiene un costo que, de una u otra manera previa y libremente acordada, debe ser retribuido.

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Llegado a este punto, suelo encontrar gente que (ofendiéndose, obviamente) manifiesta: “¡Jesús no le cobraba a sus discípulos!” Es entonces que les respondo: “¡No! ¡Claro que nos les cobraba! Exigía muchísimo más que eso”. Leemos en Marcos (10, 28-31): “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí…”  Estos son datos que no suelen ser tenidos en cuenta por quienes buscan recibir la transmisión de conocimientos que lleven a la trascendencia. Dicho de otro modo: No es posible adquirir saberes fuera de lo común, viviendo de manera normal. Por eso también fue dicho: “Muchos son los llamados y pocos escogidos.” (Mateo 22:14) Y en el caso particular de la búsqueda por el encuentro con lo trascendente en el Tercer Milenio, ¿cuál es la razón por la cual son pocos los escogidos? Sencillo. Cada uno es responsable de esa decisión. El deseo por desarrollar las esencias trascendentes que habitan en cada humano, le surge a muchos. Aceptar las labores, el esfuerzo, la perseverancia, el aprendizaje a través del guía adecuado… ¡eso sólo lo hace una minoría! Quien realmente está dispuesto a recorrer el sendero trascendente, es quien se ha escogido a sí mismo.

Desde ya aclaramos que no estamos planteando que haya que marcharse a la soledad de una ermita o el interior de una caverna. Nada de eso.

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George Ivánovich Gurdjieff (1866/1949) comprendió esto y por ello llamó a su sistema de transmisión de conocimiento trascendente “Cuarto Camino.” Los tres caminos que la Humanidad utilizó durante milenios persiguiendo desarrollar las facultades esenciales que los humanos tenemos, fueron el camino del faquir, el camino del monje y el camino del yogui. En Occidente son impracticables. Y en este Siglo XXI mucho menos todavía. ¿Qué hacer entonces? ¿Acaso frustrarse? ¡De ninguna manera! Cabe hacerlo a través de una metodología que permita ese acceso a lo espiritual, al Universo Interior – que es lo esotérico – sin por eso abandonar la vida cotidiana; pero con las modificaciones necesarias de vida. Conseguir, de ese modo, la oportunidad de alcanzar el desarrollo interno favoreciendo tanto a lo biológico como a lo intelectual y lo emocional en un entramado armónico.

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¿Cómo lograr esto, entonces, hoy en día? Es sencillo, mas requiere de esfuerzo, constancia, dedicación. Ante todo, tomar consciencia de que para lograr una meta de esta índole es necesaria la transmisión – directa y precisa – de saberes que sólo se pueden conseguir mediante un guía dotado de experiencia suficiente.

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Hacerlo en soledad es un error. El aprendizaje de los métodos y técnicas para el desarrollo interno exige realizarlo junto con otras personas que también hayan decidido despertar, que se encuentren en la misma búsqueda. Lo que suelo decir metafóricamente: “con los que hablan el mismo idioma.”

Dice al respecto Gurdjieff: En los grupos correctamente organizados no se requiere ninguna fe, se exige sólo un poco de confianza, y aún esto no por largo tiempo; porque cuánto más rápido una persona comienza a probar la verdad de lo que oye, tanto mejor será para ella.” Este es un común denominador que aparece en todos los tiempos y culturas. El maestro o guía – sea quien fuese – siempre transmite el conocimiento trascendente a un grupo; nunca a individuos en soledad. Lo que si puede acontecer es que encuentre a algunos que avanzan más rápido que otros y, a partir de allí, decida establecer diferente modalidad de transmisión.

Por lo tanto, si usted ha sentido el llamado a desarrollar sus capacidades hasta ahora latentes, ya conoce lo que tiene que hacer: tomar la decisión, elegir el guía… y comenzar a recorrer el sendero que conduce a una existencia plena, proactiva y en armonía. “Ser a imagen y semejanza del Creador.”  Transformarse en real hacedor de su presente y constructor de su futuro.

MOMENTO PARA UNA ALQUIMIA MENTAL

Por el Prof. Dr. Antonio Las Heras

 

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 Cuando, a mediados del siglo XX, fantaseábamos con el año 2000 la imaginación hacía pensar en viajes espaciales como algo cotidiano, ciudades cósmicas orbitando en torno de la Tierra y medios de transporte aéreos que habían convertido en piezas de museo a los automóviles. Nada de eso ha sucedido. Salvo la revolución en las comunicaciones inalámbricas permitiendo a una persona mantenerse comunicada “vía satélite” en cualquier región del planeta donde esté situada.

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Empero, algo sucedió que la gran mayoría de los futurólogos no vaticinaron. Se trata de la aceleración del “tiempo humano”. Vertiginosos cambios de vida a los que sólo se puede acceder armónicamente mediante una verdadera “alquimia mental”. Y la llamamos de este modo, recordando la oculta labor de los alquimistas medioevales que, mientras engañaban a los demás haciéndoles suponer que el único fin perseguido era convertir una sustancia barata como el plomo en otra valiosa como el oro, en realidad lo que pretendían era conseguir una modificación interior; transmutar las capacidades espirituales y mentales mientras entre atanores y alambiques repetían sus fórmulas secretas. De allí que – como bien lo recuerda Carl G. Jung –  “el oro de los alquimistas no es el oro vulgar.”

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Hoy en día los cambios que interesan para una vida mejor tampoco lo son aquellos exteriores que hacen a lo accesorio y lo suntuario. Hoy más que nunca hay que tener una mente correctamente entrenada para los cambios; incluso para adelantarse a los que han de venir sorprendiendo a la mayoría.

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Investigaciones realizadas – hace de esto ya más de una década – tanto en Europa como en los Estados Unidos, demuestran que el humano actual tiene que estar preparado no sólo para cambiar de trabajo y domicilio con frecuencia sino – inclusive – para variar de profesión o actividad varias veces en la vida. Algo que hubiera sido impensable tres décadas atrás.

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A esto se suma el hecho de que los avances científicos y sus aplicaciones tecnológicas van aumentando sin cesar la expectativa de vida. Esto, también, mantiene un ritmo arrollador que puede advertirse teniendo en cuenta lo que sigue. En la Inglaterra de 1840 el promedio de vida era, casi, de 41 años. Para 1900 en los Estados Unidos, era de 47 años. O sea que en siete décadas había crecido apenas seis años. ¡Pero para 2004 ya era de 77,2 años; mientras que en la Argentina era de 74 años! Y la cifra sigue acrecentándose de tal modo, que en un congreso organizado en Dublín por la Asociación Británica Para el Avance de las Ciencias, Ian Robertson – decano de investigación del Instituto de Neurociencias del Trinity College – realizó una sorprendente afirmación. Dijo: “La nueva edad adulta oscila entre los 50 y los 80 años, un período mayor que el de la juventud, antes de que se instale la vejez propiamente dicha”. Dicho de otro modo, estamos viviendo un tiempo en que recién a partir de haber cumplido tres cuartos de siglo de existencia una persona estaría ingresando a la vejez. ¡La misma edad a la que era poco usual llegar (y habría que ver en éstado psicofísico) hasta hace poco tiempo!

 

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Ian Robertson –
decano de investigación del Instituto de Neurociencias del Trinity College

 

Pankaj Kapahi, del Instituto Buck de Investigación del Envejecimiento, Estados Unidos, rescata – a su vez – la importante relación que existe entre alimentación y longevidad sana. Comer menos para vivir más, sería el lema a tener en cuenta.

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Pankaj Kapahi, PhD
Professor at the Buck Institute for Research on Aging

 

De acuerdo a investigaciones ya completadas en animales, queda en claro que no tener kilos de más ayuda a disminuir la velocidad del envejecimiento como también reduce la posibilidad de formación de enfermedades tales como el cáncer, las cardiovasculares y las neurodegenerativas. Asimismo los experimentos comprobaron que la memoria se mantiene mejor en quienes no tienen exceso de peso.

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Resulta necesario para conseguir todo esto tener esquemas de pensamiento siempre renovados, capaces de suficiente flexibilidad para armonizar con los cambios exteriores o aquellos imprevistos con que la vida nos enfrenta. Sin dudas, ha llegado el tiempo de que cada uno haga su propia alquimia mental.

ELOGIO DE LA AUTOAYUDA

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Por el Prof. Dr. Antonio Las Heras

Hace poco tiempo atrás algunas voces descalificaron las técnicas de “autoayuda” basadas en el equívoco de que solo son pretenciosas formas banales para alcanzar la felicidad permanente y la solución a los problemas de manera fácil. Empero esto no es “autoayuda”.

Básicamente todo cambio humano comienza al tomar conciencia de que algo que sucede en uno mismo es desfavorable haciéndose necesario modificarlo. Por lo tanto se trata de una ayuda que el individuo entiende conscientemente que debe otorgarse. Esto es, desde ya, una forma de autoayuda.

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En psicoanálisis, por ejemplo, se hace referencia a una “sensación de asco” que lleva al sujeto a decidir que es irrenunciable hacer modificaciones en su vida. Siente de manera intensa y permanente que no puede continuar viviendo en la manera que lo había estado haciendo. Lo que significa que es él mismo quien decide hacer el cambio; esto es: una autoayuda.

Algo muy diferente y distinto es la creencia de que autoayuda implica encontrar – solo y sin pedir la ayuda adecuada – soluciones para los problemas que lo aquejan. Desde ya que esto no es así. Por lo general toda solución duradera requiere decidirse a hacer un pedido de ayuda. Otros, merced a sus conocimientos y experiencias, permitirán el progreso que se está anhelando y que hemos sentido merecer. Pero aún de este modo, la autoayuda no queda descalificada; ni siquiera dejada a un lado. La perseverancia, el esfuerzo, la dedicación y continuidad que siempre requiere mejorar la calidad de vida implican la concreción de diversos procesos que son “autoayuda”. Es la persona quien hace el esfuerzo. Es la persona quien aplica la perseverancia. No alcanza con que otros lo señalen o propongan. De ser tan fácil, toda la gente cambiaría favorablemente sólo con que se lo hicieran notar. Mas, bien sabemos que no es de ese modo como ocurre. Hay algo que, previamente, tiene que acontecer en la persona misma, a partir de lo cual los cambios se inician haciéndose permeable a las opiniones ajenas. Eso es “autoayuda”.

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Obviamente que autoayuda no es un conjunto de técnicas rápidas y fáciles para conseguir los deseos positivos de vida o la felicidad misma. Del mismo modo que la medicina de la obesidad no es una receta para bajar diez kilogramos en una semana sin dejar de comer. Aunque todos hemos leído titulares de este tipo en alguna revista.

La autoayuda es el punto de partida de toda modificación saludable en la conducta humana. Desde ese lugar la autoestima comienza a situarse en el lugar que realmente corresponde a la persona. Ninguno de nosotros es Superman; pero tampoco somos el último orejón del tarro.

Autoayuda no es búsqueda de estados de felicidad sin esfuerzo para lograrlos. Autoayuda es más bien la comprensión de aquellos versos de Vinicius de Moraes que afirman que la felicidad dura lo que una lágrima de amor demora en deslizarse por la mejilla. La felicidad es, entonces, entendida como un estado transitorio al que corresponde que cada uno persiga pero, que como todo bien valioso, no puede ser permanente.

Autoayuda es la certeza de que el hombre está capacitado para resolver exitosamente las dificultades y adversidades con que lo enfrenta la vida cotidiana. Es, si se quiere, como afirman los creyentes, que Dios jamás pone al sujeto ante un desafío que no esté capacitado para resolver.

Autoayuda es, igualmente, comprender que el momento más oscuro de la noche es un instante antes que comience a amanecer. Y este es un acontecimiento imposible de discutir.

Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social (UAJFK), magíster en Psicoanálisis (UAJFK), docente universitario, escritor, conferencista e investigador en Parapsicología.

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UNA CIENCIA LLAMADA PARAPSICOLOGÍA

Por el Prof. Dr.  Antonio Las Heras

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Según aprobamos, por mayoría, al  finalizar las deliberaciones del Primer Congreso Argentino de Parapsicología (realizado en Buenos Aires, del 4 al 6 de setiembre de 1981) la Parapsicología es la Ciencia (situada dentro de las disciplinas humanísticas) que tiene como objeto de estudio a aquella función (propia del ser humano) por la cual podemos comunicarnos sin intervención de los cinco sentidos y actuar en el mundo exterior sin usar la fuerza muscular. A tal función se la ha denominado con frecuencia como “estructura psi” o “potencialidad parapsicológica”, indistintamente (1)

La Parapsicología alcanza su status definitivo de ciencia autónoma por poseer los tres elementos básicos y mínimos requeridos para considérala tal. Son éstos: a) Un objeto de estudio particular. En este caso, esa “función” que los genera. b) Un método de investigación propia, inserto en el marco general de la ciencia. Necesidad que se cumple desde 1932 (creación de la primera cátedra y laboratorio de Parapsicología en la Universidad de Duke, E.E. U.U.) a través de tests, equipos electrónicos, laboratorios parapsicológicos etc. c) Capacidad para emitir leyes. En el estado actual de la investigación ya es posible predecir el comportamiento de las fenomenologías parapsicológicas frente a una cierta cantidad de variables.

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Nuestra postura, que aspira a una Parapsicología Antropológica, concebida como ciencia humanística, superó la hipótesis del trabajo primitiva que suponía a estos hechos producto del “alcance de la mente”. No La estructura psíquica y el ámbito generador de los hechos parapsicológicos, son diferentes.  La segunda no es parte integrante de la primera. Aunque así haya sido supuesto apriorísticamente durante algunas décadas, las características exhibidas por los fenómenos parapsicológicos difieren de los patrones meramente mentales.

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La “estructura psi” posee las siguientes propiedades particulares: I) Prescinde del tiempo. II) Prescinde el tiempo. III) Prescinde de la materia. IV) Es una función a la que – hasta el presente – sólo podemos conocer por sus efectos.

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En virtud de esto, y quebrando la dicotomía soma- psique (indudablemente inspirados en la obra del filósofo argentino Miguel Herrera Figueroa) desde el Congreso de Parapsicología que tuve el honor de presidir, sostuvimos: “el ser humano es el resultado de la interacción de cuatro estructuras: Psique, soma y función parapsicológica, las cuales son condicionadas por la estructura sociocivilizatoria” (2 (3), (4).

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En el momento actual de nuestra civilización los fenómenos parapsicológicos tienen lugar espontáneamente de acuerdo con las necesidades de cada persona en un momento determinado y frente a sucesos que puedan poner en peligro su integridad o la de los seres queridos. La producción de determinados condicionamientos psicológicos facilita o impide – según el caso – la irrupción del fenómeno parapsicológico en la consciencia (si se trata de un hecho extrasensorial)  o en el mundo exterior (si es extramuscular), o lo obliga a mantenerse en el nivel inconsciente. La estructura psíquica es un regulador de lo parapsicológico, pero de ninguna forma su causa. También la estructura somática interviene condicionado. Por ejemplo, en un estado alterado de consciencia producido por drogas. Aquí la acción  ejercida desde el exterior sobre lo somático afecta a su vez a lo psíquico y éste ante la nueva variable interviniente favorecerá o no la producción de fenomenología parapsicológica.

De lo expuesto se desprende el motivo por el cual hablamos de Parapsicología como ciencia autónoma, enmarcada en el espectro de las ciencias humanísticas o sociales. Por que se ocupa de algo que es el elemento imprescindible para la constitución humana. Sitio por el que resulta necesario pasar si deseamos conocernos en totalidad.

Comparte, así, la Parapsicología a la persona, para su análisis, con todas las ciencias humanísticas. Está hermanada y profundamente entrelazada con la Antropología, la Filosofía, la Psicología, la Sociología, la Medicina. Cada una busca, desde su perspectiva propia, agregar algo que permita una mayor comprensión de las características que hacen a la esencia humana. Es una labor interdisciplinaria, absolutamente ineludible, en la que no solamente conseguiremos este objetivo, sino que – seguramente –  será viable hallar nuevas formas beneficiosas para el bienestar de la especie.

Incorporar la Parapsicología al conjunto de las ciencias humanísticas implica aceptar que hemos ampliado las posibilidades que, generalmente y hasta el presente, nos otorgamos.

Entendemos por lo tanto, que la Parapsicología definida como Ciencia es: 1) Un procedimiento de investigación mediante el cual obtenemos información sobre la función parapsicológica, sabiendo que llamamos así a una función humana, por ende, vigente en cada uno de nosotros. 2) Un conjunto de teorías que explican dicha función: sus causas, efectos, relaciones, etcétera. 3) Un grupo de métodos y técnicas que aspiran a desarrollar – de forma práctica – el uso frecuente de lo parapsicológico (extrasensorial y extramuscular) con el fin de darle a la persona humana nuevas e importantes posibilidades de acción.

  • Bajarlía, Juan-Jacobo, Primer Congreso Argentino de Parapsicología, “Gaceta de Parapsicología” Año 1 Nº 3 Buenos Aires. 1981/1982
  • Las Heras Antonio (compilador) “En el universo de C. G. Jung” (Actas de las Primeras Jornadas Argentinas de Psicología de G. Jung) Editorial Trama. Buenos Aires, 1982
  • Las Heras Antonio, “Estructura de la Psique según Jung” Editorial Santiago Rueda. Buenos Aires 1983

(*) Versión de un trabajo originalmente publicado en el   ANUARIO AMERICANO KIER del año 1995 dirigido por Héctor V. Morel.

 

Barbara Ivanova reconoció que la clarividencia se utilizó en política

 

La clarividente rusa reveló que en su país la Parapsicología se usó en el espionaje.  En octubre de 1990, durante su estadía en Buenos Aires, tuvo un diálogo a solas con el doctor Antonio Las Heras, donde la moscovita explicó detalles de cómo se trabaja en la URSS con la telepatía. A pesar de haber transcurrido casi tres décadas, publicamos aquel diálogo por lo esclarecedor del mismo; más aún teniendo en cuenta el contexto histórico internacional de aquellos días.

Ivanova con ALH1

La parapsicóloga y paragnosta moscovita Barbara Ivanova sólo estuvo en la Argentina durante 48 horas – traída por Dora Mónica Ferri de Hadad, vicepresidenta del centro Cultural Allan Kardec – para coordinar una serie de conferencias que ofrecerá en nuestro país en junio del año 1991, y la aparición de su primer libro en castellano. Durante su breve estada accedió – en forma exclusiva – a dialogar con nosotros. Las curas parapsicológicas a distancia, la reencarnación y las investigaciones que actualmente realizan en la URSS fueron alguno de los temas.

– ¿Es cierto que la Parapsicología fue algo prohibido y secreto en la Unión Soviética porque se utilizaba en el espionaje?

– Si, era secreto, entonces nosotros tampoco lo sabíamos. Desde 1965 hasta a 1975 hubo un laboratorio abierto de información. Se trabajaba con telepatía, con clarividencia, con todo. En el país hay muchas asociaciones científicas y esta era una de ellas. Nadie nos pagaba.

Ivanova

– ¿Y qué pasa desde entonces?

– Y… nuestro grupo trabaja en la calle, debajo del cielo.

– ¿Qué investigaciones realizaron entre 1965 y 1975?

– La Parapsicología se concentraba en la telepatía. Era igual en todo el mundo. Después ampliamos el trabajo y comenzamos con la investigación sobre la posibilidad de realizar curas a enfermos – a distancia – por vía parapsicológica.

– ¿Qué técnicas utilizan?

– Las más simples, pero sin tocar. Porque si se toca, podrán decir que todo es producto de masajes, del calor de las manos, por ejemplo. Entonces, el valor científico de lo parapsicológico desaparece. Por eso, no tocamos. De esta manera no hay ley física que lo pueda explicar.

– ¿Y qué ocurre con las curas parapsicológicas a distancia?

– Yo he investigado y trabajado en eso. Teníamos muchos alumnos, y algunos de ellos podían curar a distancia y hasta hablando por teléfono.

– ¿Utilizaban métodos telepáticos?

– También podrían ser. Pero los aparatos telefónicos también tienen algún papel en eso, porque yo no hablo nada, solamente mando las vibraciones. La persona siente salir del teléfono muchas cosas: ondas, sensaciones, hormigueos…

– ¿Qué aspecto investiga hoy en día la Parapsicología en la Unión Soviética?

– Estudia, desde el punto de vista físico, que son los rayos, las radiaciones que provocan la salud. No se ha encontrado nada, solo el calor. Ahora pregunto: si yo curo a una persona que está en otro continente ¿eso es calor? No, es otra cosa.

– Usted está visitando varios países del mundo, ¿Cuáles son los objetivos?

– Tengo como finalidad unir a los investigadores para llegar a los resultados más elevados. Lo importante para la Humanidad, mucho más que ocuparnos de los fenómenos parapsicológicos, es pensar para qué sirven. Creo que hay que utilizarlos para la compresión espiritual, la sabiduría, para entender cómo está hecho el mundo, de dónde llegamos y para dónde vamos.

– ¿Esto está relacionado con la reencarnación?

– La reencarnación está relacionada con la Parapsicología y con toda la Ciencia en general.

– ¿Y qué conclusiones han sacado?

– De encarnación en encarnación nos elevamos, somos mejores, ética, moral y espiritualmente. Así, finalmente, llegara la armonía y felicidad al mundo.

– ¿Qué mensaje le daría usted en general, a la gente?

– Que el mundo no es lo que pensamos. Hay un chiste ruso: no se puede tener a todas las mujeres, pero se puede tratar. De la Ciencia decimos lo mismo: no se puede saber todo, pero hay que tratar.

– ¿Qué vislumbra usted para el tercer milenio?

– Se ve una gran esperanza. Se puede ver que las fuerzas cósmicas ayudan al mundo. Pero no solo hay que luchar por conservar la paz, primero hay que crearla.

Para conocer sobre las conferencias, cursos y talleres que realiza el Prof. Dr. Antonio Las Heras así como para adquirir sus libros, CDs y DVDs, enviar correo electrónico a alasheras@hotmail.com

 

IMPORTANCIA DE LA GIMNASIA MENTAL PARA UNA VIDA EN ARMONÍA. Escribe el Prof. Dr. Antonio Las Heras

IMPORTANCIA DE LA GIMNASIA MENTAL PARA UNA VIDA EN ARMONÍA

Escribe el Prof. Dr. Antonio Las Heras

Mucho ha sido dicho sobre si es posible o no entrenar al cerebro de manera de programar la mente – a través de un entrenamiento o «gimnasia» – para obtener respuestas favorables que permitan la concreción de los deseos positivos que cada uno tiene para su vida.

Se trata de técnicas de reprogramación psíquica sobre las que venimos trabajando desde hace décadas cono útiles resultados. Pero veamos lo que piensan al respecto otros científicos investigadores.

El neurobiólogo Laurence Katz, de la Universidad de Duke (E.E. U.U.), autor del libro Keep your brain alive (Mantenga vivo su cerebro), propone el neologismo «neuróbica» para identificar la gimnasia cerebral.

La doctora Teresa Torralba, que fuera subjefa de Neuropsicología y Fonoaudiología del Instituto Médico Fleni señala: «Hay evidencia científica de que realizar un entrenamiento cerebral da como resultado una mejoría de ciertas áreas, como la atención o la memoria. Se aplica a diario para que los pacientes recuperen sus habilidades mentales y mejoren su calidad de vida. Los estudios en personas sanas indican que esos entrenamientos mejoran las áreas que presentan déficit ocasionados por la edad o por la multiplicidad de tareas. Lo que no se ha probado todavía, es cuánto tiempo se mantiene esa mejoría y si repercute en la vida cotidiana de las personas. Los cursos y talleres son una cuestión comercial, pero es bueno que se promuevan porque no todo el mundo sabe que si usa más el cerebro, le va a rendir más».

En cuanto a la meditación, una investigación realizada en el Hospital General de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard demostró que la meditación diaria es capaz de modificar la estructura física del cerebro aminorando el deterioro causado por el envejecimiento. Se detectó que la corteza cerebral de las personas que meditaban 40 minutos diarios era más gruesa que la de quienes no hacían esta actividad. Según la doctora Sara Lazar, jefa de la investigación, la corteza cerebral tiene un rol crucial en la toma de decisiones, la memoria y la interacción entre el cerebro y las diferentes zonas del cuerpo.

Verónica Eggers, directora de STS (Sistema de Trabajo Saludable), desarrolló un programa de eutonía al servicio de las empresas. Con el concepto de que la tonicidad – la calidad de tensión del músculo – afecta la organización global postural y emocional de las personas, la eutonía busca eliminar contracturas y conseguir mayor flexibilidad. Eggers explica que: «Uno necesita que el cuerpo esté en un tono medianamente uniforme y flexible. El estrés se manifiesta como una fijación del tono que produce una distonía. No existe la posibilidad de una mente tranquila en un cuerpo tenso ni una mente tensa en un cuerpo relajado. La idea es recuperar la armonía».

En Tel Aviv (Israel) los doctores Karni Guinzburg, Zahava Salomon y Avi Bleich, realizaron una investigación con víctimas de ataques cardíacos con el objeto de determinar si los negadores lograban mejores resultados a largo plazo. El resultado fue que sólo el 7% de los negadores padeció la secuela al cabo de siete meses contra un 19% entre los «reflexivos». La hipótesis que plantearon es que los negadores están protegidos por su percepción de los acontecimientos traumáticos, que la negación funciona porque los represores tienen un estilo perceptivo muy adaptable y que pueden manipular su atención desviándola del dolor y, si no lo logran, creen que podrán enfrentar lo que les suceda. «El hecho de que sean o no competentes para lograrlo – dice Guinzburg – no tiene importancia. Todo el mundo que conoce el poder del pensamiento positivo sabe que puede mover montañas».

También hay ensayos referidos al cáncer. La Dra. Anatilde Idoyaga Molina del Centro Argentino de Etnología Americana del CONICET – a cargo de la Dra. Anatilde Idoyaga Molina – explicó ya hace años: «Es una peculiaridad del cáncer tener sus propias medicinas no biomédicas especiales. La relajación controlada por un especialista, por ejemplo, ha demostrado alargar la vida en los pacientes. Por lo tanto, no habría por qué negar su efectividad.» «El cáncer es una enfermedad complicadísima que no se puede explicar por una causa única, por lo que algunas técnicas de otras medicinas alivian mucho el dolor que causa. Algo notorio es que, para los pacientes, la suma de terapias es muy eficaz. Entre los que tienen cierto nivel económico y mayor instrucción, la complementariedad es bien vista. En definitiva, suelen decir que la suma es buena.»

El Dr. David Rosenthal, director médico del Centro Leonard Zakim de Terapias Integradas del “Instituto del Cáncer Dana Farber” (Boston) afirma: «Hoy no tenemos dudas de que las terapias no convencionales mejoran la calidad de vida de las personas con cáncer, al aliviar muchos de sus síntomas. Por eso los oncólogos debemos estar preparados para poder asesorar a los pacientes que nos preguntan acerca de cuáles no.»

 

Para comunicarse con el Prof. Dr. Antonio Las Heras: Teléfono 54 11 4371 4788

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pueden serles útiles y cuáles no. «

Precisiones sobre Parapsicología.   Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS Presidente de la Asociación Argentina de Parapsicología. (AAP)

Precisiones sobre Parapsicología

 Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

Presidente de la Asociación Argentina de Parapsicología. (AAP)

        Se hace absolutamente necesario que los parapsicólogos analicemos ésta disciplina o ciencia humanística de la que nos ocupamos mediante la claridad que sólo pueden  proporcionarle adecuados enfoques filosóficos y hermenéuticos. Caso contrario, caeremos en el desacierto de sustentar el prejuicio de que la Parapsicología  sólo es Ciencia si cumple con parámetros que fueron menester para  construir el andamiaje científico del Siglo XX; pero que ya resultan inadecuados para las necesidades del Tercer Milenio. Es más, hoy por hoy – y sobre todo tras los hallazgos de la Física Cuántica – se torna ya impropio hablar de «ciencias Duras» y «ciencias blandas» rótulo éste último que fue aplicado a aquellas que tienen como objeto formal de estudio e investigación a lo humano.

Por ello debemos prepararnos, tal como lo señalamos  hace mas de tres décadas en lo que expresado durante la Conferencia Anual Dr. Orlando Canavesio (1981). En 2017 la situación, como es obvio, se torno más ardua.

Así tenemos el caso del Dr. Mario Bunge, acaso el autor argentino más empeñado en demostrar que la Parapsicología es superstición disfrazada de Ciencia, atributo que también le asigna a temas tan dispares como a la Astrología y el Psicoanálisis creado por Sigmund Freud. Muchos universitarios y algunos no graduados (particularmente los agrupados entre los autodenominados “escépticos”) han seguido repitiendo sus dichos. Ningún parapsicólogo, al menos hasta donde tenemos conocimiento,  ha hecho escuchar su voz aclarando los errores en que incurre Bunge. Mientras tanto es interesante advertir que la conducta imprudente de este pensador no se limita a  la Parapsicología, avanzado sobre otras ciencias en las cuales se alzaron voces clarificadoras.

Al respecto recordamos lo señalado por el Dr. Juan H. Hunziker (1), profesor titular de Genética de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires e investigador superior del Conicet, “…el filósofo Mario Bunge (que escribe sobre cosas que sabe, y de las que no sabe también)…” Resta, entonces, a los parapsicólogos definir la cuestión. Nosotros por el momento, transcribiremos algunos párrafos de autores que – a nuestro juicio – marcan desde donde debe darse el debate.

En primer término  transcribiendo al filósofo triversitario Prof. Dr. Miguel Herrera Figueroa denunciado cuando recién se iniciaba la década de los ochenta: “…las tendencias racionalistas impuestas por la educación tradicional universitaria, y las tendencias materialistas enceguecidas por un  progresismo obnubilador, por lo parcialmente totalitario.”(2)

A su vez el Prof. Dr. Luis Fernando Rivera, igualmente desde el trialismo,  a puesto en punto – con sólo tres frases – la cuestión no únicamente para el problema de la Parapsicología sino para todas las demás  ciencias humanísticas. Dice Rivera: “Los científicos están en la sospecha que alguna vez tendrán que cambiar todas las reglas de la ciencia. El reduccionismo determinista está en crisis con respecto a las ciencias consideradas exactas. ¿Qué pensar entonces de las ciencias humanas supeditadas de hecho a las anteriores y que se mueven en el terreno incierto de la temporalidad,  la cualidad y la libertad?“ (3)

El asunto queda, pues, planteado. Los parapsicólogos tenemos la obligación de convertir a la Parapsicología en una Ciencia tal como todas habrán de serlo en el tercer milenio y no disminuida por cualquier tipo de reduccionismo. Ese es el trabajo en que estamos empeñados desde hace tiempo e invitamos a todos a sumarse a este justificado esfuerzo.

 

 

(1).: Diario La Nación, Buenos Aires, sección “ Correo de lectores”, 2 de julio de 1997

(2).: HERRERA, FIGUEROA, Miguel. Universidad y Educación Triversitaria, Plus Ultra, Buenos Aires, 1981, Pág. 31.|

(3).: RIVERA, Luis Fernando. Desde el trialismo de Herrera Figueroa. Plus Ultra, Buenos Aires, 1993, Pág. 308

 

 

Con pequeños cambios, este artículo fue originalmente publicado en revista GACETA DE PARAPSICOLOGIA  Año 1 – Número 7- Marzo 1997