Archivo de la etiqueta: René Descartes

APOLOGÍA DE LA ESPIRITUALIDAD

Por Antonio Las Heras

Por cierto que, cuándo en la primera mitad del siglo XVII, René Descartes (1596/1650) se preguntaba “¿Qué diferencia existe entre un cuerpo vivo y uno muerto?” en el artículo 6 de “Las pasiones del alma”, nunca pensó que unos siglos después – iniciado el XXI – nos hallaríamos transitando un  materialismo consumista tan encumbrado que hasta el tan delicado tema, propio de especialistas, como son las neurociencias estaría en boca de todos y los libros de esa temática serían best sellers. Paralelo a ello,  lo espiritual quedaba diluido entre los intereses de la cultura occidental.

Por eso nosotros escribimos estas líneas, como contraposición a tanta información que pretende llevarnos a la creencia – es sólo eso, una creencia y no cuestión confirmada – de que las conductas humanas son, apenas, resultados de reacciones físicas y químicas desencadenadas principalmente en el cerebro.  De manera tal que toda acción humana – desde amar hasta odiar – estaría provocada por ciertas reacciones susceptibles de ser reproducidas en un equipado laboratorio. ¿Pero, acaso, aparece la vida en un experimento?

Nos permitimos remarcar que todo lo expresado en el cuerpo físico tiene – previo a ello – algún tipo de disparador que lo provoca. Cierto que ante un sentimiento de cobardía se activa cierta área del cerebro y no otra. Pero eso es el síntoma; nunca la causa. El hecho previo – la causa – tiene otro origen, que ni la más moderna aparatología científica puede detectar. Pues se trata de ese constituyente esencial de lo humano que, desde los albores del tiempo, fue denominado espíritu. Espíritu es el aspecto inmaterial que habita y anima a la persona humana. “Espíritu es la sustancia que puede subsistir y operar sin la materia”, al decir de Régis Jolivet. Lo espiritual prescinde de las limitaciones del tiempo y la distancia a las que la materia se encuentra ceñida. Es, precisamente, ese espíritu el que nos guía hacia determinados procesos.

Algo de esto advirtió el mismo Albert Einstein cuando escribió: “Ningún descubrimiento lógico conduce hacia el descubrimiento de leyes elementales. Solamente hay el camino de la intuición, ayudado por el sentimiento de un orden que yace detrás de las apariencias.” Obsérvese los términos utilizados por el sabio: “intuición” y “sentimiento.” Productos de la acción espiritual. Precisamente por ello, en su momento, Lecomte du Noüy (1883/1947) afirmó que el fin de la evolución humana es el desarrollo de la persona hasta completar su condición espiritual.

Lo espiritual ha tenido diversas definiciones. Lo que se explica por la dificultad de concepción que en sí mismo provoca referirnos a un “algo” que poseemos pero que – a la vez – nos resulta ajeno.

Nosotros diremos que el espíritu es aquello con lo que se encuentra dotado cada humano para establecer una comunicación directa y personal con la Gran Arquitectura Universal con lo cuál conocer el lugar y tarea que el Omnipotente tiene asignado para uno. O sea, aquello que otorga sentido esencial y trascendente a la existencia humana. Estando la búsqueda espiritual tan lejos de los objetivos actuales en Occidente es entendible que el “vacío existencial” sea moneda corriente. Con los efectos dañinos que ello implica. Obvio.

Esta manera de concebir el espíritu no implica la aceptación de religión, fe o culto alguno. El término Omnipotente puede darse a cualquier principio organizador universal. Y Gran Arquitectura Universal nos parece una muy buena manera de denominar al conjunto de leyes que rigen el Cosmos.

No obstante, de manera individual se puede desoír los cantos de sirena que con inusual perseverancia brindan, a cada momento, los estímulos materialistas consumistas, y decidir ir en atrevida búsqueda hacia el encuentro de lo espiritual. Pero, claro, conseguir la intensidad de trabajo personal que requiere lograr esa tarea implica darse tiempo para la meditación profunda, alcanzar serenidad suficiente, traer lo obtenido al pensamiento y convertirlo en enriquecedora reflexión.  Lo que difícilmente ha de lograrse en tiempos sin tomar suficiente distancia de la dispersión de la consciencia que es moneda corriente ante el interés por lo banal y lo trivializado. Llegado a este punto conviene recordar al filósofo español Luis Farré (1902/1977), cuando ya a mediados del siglo XX escribió: “La espiritualidad, tanto la oriental como la occidental, no se satisface con lo que denominamos normalidad. “

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com