Archivo de la categoría: Cristianismo

San Pío de Pietralcina, un paragnosta extraordinario.

Por Antonio Las Heras

En el convento capuchino de Santa María de las Gracias, en San Giovanni Rotondo, descansan los restos mortales del Padre Pío de Pietralcina, quien dejó este plano el 23 de septiembre de 1968. Había nacido un 25 de mayo de 1887, en la localidad italiana de Pietralcina. Se trata de una personalidad singular para la Iglesia Católica Apostólica y Romana, ya que fue prestamente convertido en santo por el Papa Juan Pablo II – también santificado en la actualidad – el 16 de junio de 2.002

¿Quién fue este sacerdote venerado hoy en día por millones de personas en todos los continentes? Para algunos se trata de un hombre al que 

Dios le concedió el poder del milagro. Otros pensamos que nos hallamos frente a uno de los mayores paragnostas del Siglo Veinte. El Padre Pío – nacido Francesco Forgione y fraile de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos –  fue, a nuestro juicio, un ser que, merced a sus continuos estados de éxtasis místico, consiguió activar esas áreas no físicas que todos los humanos poseemos pero que, generalmente, permanecen adormecidas. Es así que el Padre Pío no sólo fue un estigmatizado, sino – además – alguien con capacidad para realizar una serie de fenómenos parapsicológicos, con inusual frecuencia, tales como bilocaciones, clarividencias, precogniciones y captaciones telepáticas; a más de llevar adelante demostradas curaciones de paranormales; inclusive a distancia, sin tener delante a la persona beneficiada por tal sanación. 

Los estigmas – que durante décadas tuvo este santo – son heridas y llagas sangrantes, muy dolorosas, que aparecen en hombres y mujeres precisamente en los lugares donde – popularmente – se considera que Jesús fue herido durante su martirio y crucifixión. En la actualidad la Medicina conoce que estas llagas son producto de efectos psicosomáticos. Es decir, acción del psiquismo sobre el cuerpo del creyente.

Ya en 1595 el célebre Giordano Bruno había expresado tal convencimiento diciendo: “Sabemos bien que algunas personas van tan lejos en sus convicciones religiosas que llegan al punto de hacer aparecer en su propio cuerpo las llagas de la divinidad crucificada, cuya imagen estaba grabada en su espíritu, debido al poder de su ardiente imaginación.

En el caso del Padre Pío su fe era tan grande e intensa que su cuerpo mantuvo, por medio siglo – desde los primeros días de juventud y hasta su muerte –, las cinco heridas más importantes de Jesús. En ambas manos, en los pies y en un costado del tronco. Éstas sangraban copiosamente, a veces más, otras menos, sin mostrar nunca signos de infección o cicatrización. Si bien se estima que en la primera mitad del Siglo Veinte cincuenta casos de estigmatización fueron comprobados, el caso del Padre Pío es – seguramente – el de mayor duración y cantidad. 

La estigmatización no es un hecho parapsicológico, sino – como queda dicho – psicosomático; o sea provocado por las áreas profundas del psiquismo que no se encuentran fuera del alcance de la consciencia. Es decir, la persona que tiene estos estigmas no los provoca a voluntad. Le surgen sin proponérselo, ni desearlo en el orden de lo consciente.

Pero en la vida del Padre Pío, hay abundantes acontecimientos – comprobados – sobre sus facultades extrasensoriales y actividades psikinéticas. Estas últimas hacen referencia a la acción del factor parapsicológico en lo externo. Por ejemplo, la capacidad de bilocación.  

Jorge V, rey de Inglaterra

Un ejemplo de clarividencia: En una noche de enero de 1936 el Padre Pío oraba junto con otras personas. “Oren conmigo, por favor – les dijo –, ya que pronto un alma se hará presente ante el Tribunal de Dios”. Después de la oración, el Padre Pío expresó que Jorge V, rey de Inglaterra, acababa de morir. Tiempo más tarde se comprobó que la muerte del monarca tuvo lugar cuando el grupo estaba rezando, a miles de kilómetros de distancia del lecho de agonía. 

Monseñor Damiani

Un caso de bilocación (capacidad para estar en dos sitios a un mismo tiempo) y precognición (conocimiento de un hecho futuro que no puede determinarse por acción del pensamiento raciónal): Monseñor Damiani, de Salto, Uruguay, visitó al Padre Pío y quedó tan anonadado por su piedad que deseaba morir en su presencia. El Padre Pío le dijo que esto no era posible, ya que Damiani moriría en su tierra natal, pero que no debía temer. La precognición se cumplió. Damiani murió en 1942. Pero, durante la agonía, afirmó haber recibido la visita del estigmatizado. Esto podría considerarse una alucinación propia del estado de Damiani si no fuera porque algunos sacerdotes que estaban próximos también observaron su presencia. Tales constataciones constituyen un ejemplo preciso y concreto de bilocación. El cuerpo real de la persona se encuentra en un sitio… ¡pero aparece un duplicado exacto en todo aspecto en otro sitio! 

General Luigi Cardona

Otra cas de bilocación: Durante la Primera Guerra Mundial, el general Cadorna, jefe del Estado Mayor de Italia, después de sufrir una derrota se encontraba a punto de suicidarse. Entonces se le apareció un monje joven diciendo: “¡No sea estúpido!”. El militar cuando salió de su asombro, buscó hablar con el fraile, pero éste desapareció súbitamente esfumándose en el aire. Al  finalizar la guerra, el general, en ropas de civil, fue uno de los tantos visitantes de la iglesia de San Giovanni Rotondo, donde estaba el Padre Pío. Éste se le acercó y dijo en voz baja: “Tuvo mucha suerte, amigo mío”. Allí Cadorna lo reconoció como el monje que había hablado cuando estaba a punto de suicidarse.  

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. www.antoniolasheras.com

¿POR QUE LA NAVIDAD SE CELEBRA EL 25 DE DICIEMBRE?

Antonio Las Heras en una de sus visitas a Capharnaun, considerada «La Ciudad de Jesús», dónde estaba la casa de su discípulo Pedro.

Por Antonio Las Heras

El 25 de diciembre de cada año celebramos la Navidad, que representa la “Natividad del Señor”, es decir, la fecha en que se conmemora el nacimiento del Maestro Jesús. Pero, en verdad, éste no fue el día en que ocurrió su nacimiento, desconociéndose hasta el presente la fecha precisa del sublime acontecimiento. La Iglesia de los primeros siglos aceptaba desconocer esa fecha, incluso el año; y algunos pontífices llegaron a castigar con pena de excomunión a quienes se hubieron atrevido a proponer alguna.

Hay hechos que aseguran la imposibilidad de que Jesús naciera recién iniciado el invierno en el Hemisferio Norte. El frío de aquellas zonas no permitía que hubiese pastores cuidando a sus rebaños durante las noches, ni que algún niño naciera en un pesebre, como se desprende de lo escrito por Lucas en su Evangelio. Todos hubieran muerto congelados. Dados tales datos, lo más probable es que Jesús naciera entre marzo y junio; esto es: en la primavera boreal.

La elección del 25 de diciembre la estipuló oficialmente el Papa Liberio en el año 354 para hacerla coincidir con el inicio de las tradicionales celebraciones paganas del Solsticio de Invierno; aquellas que los romanos supieron denominar del Sol Invicto.

Antonio Las Heras en una de sus visitas a Capharnaun, considerada «La Ciudad de Jesús», dónde estaba la casa de su discípulo Pedro.

Tampoco el año cero del calendario que utilizamos coincide con el del Nacimiento. Error de Dionisio el Pequeño – también llamado “el Exigüo” – monje del siglo VI quien, según los especialistas en el tema, equivocó sus cálculos en, aproximadamente, siete años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús hubo nacido en el año 753 desde la fundación de Roma. Lo cierto es que Jesús habría nacido siete años antes de la fecha propuesta por Dionisio, el Exigüo, pero que mantenemos hasta la actualidad.

Lo que debemos destacar es que la elección del día de nacimiento no fue casual. El emperador Constantino aconsejó a los cristianos la fecha del 25 de diciembre porque coincidía con la gran fiesta pagana dedicada al Sol. En Roma se celebraba el “dies natalis Solis invicti” (“día del nacimiento del Sol invicto”) que representaba la victoria de la luz sobre la noche más larga del año (clara alusión al Solsticio de Invierno). Esta explicación se basa en que la liturgia de la Navidad y los cristianos de la época establecían un paralelismo entre el nacimiento de Jesús y algunas expresiones bíblicas referentes a él tales como “sol de justicia” (Mateo 4, 2) y “luz del mundo” (Juan 1, 4).

Hay algunos datos más llamativos que resaltar. El cristianismo de aquella época estaba en franca “competencia” con los tradicionales ritos paganos, muy arraigados en la población; especialmente con los que se efectuaban durante el 24 y 25 de diciembre en honor a Dionisios (divinidad del vino, la fecundidad y la muerte); al nacimiento de Eón en Alejandría; a Osiris y, según la leyenda, también en esa fecha las aguas del río Nilo poseían el poder de curación otorgado por los dioses.

La fecha del Solsticio de Invierno (en el hemisferio boreal que corresponde al Solsticio de Verano del hemisferio sur) ha sido de tanta trascendencia para las distintas culturas, religiones y tradiciones que resulta suficiente destacar el hecho de que prácticamente a todos “los grandes maestros de la Humanidad” se les atribuye haber nacido de una madre virgen y un 25 de diciembre. Así tenemos nacidos el 25 de diciembre a Atis, de la virgen Nana; Buda, de la virgen Maya; Horus, de la virgen Isis (en un pesebre y una cueva); Krishna, de la Virgen Devaki; Zoroastro, también de una virgen; y Mitra (la figura más relevante en cuanto a culto de esa época) de una virgen, en una cueva, siendo visitado por pastores que le llevaron regalos. Esto, entre muchas otras similitudes más que coinciden con diferentes períodos de la vida atribuida a Jesús.

Nota: Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com Twitter: @LasHerasAntonio Instagram: alasheras1

ENIGMAS Y MISTERIOS EN TORNO A LA DESAPARICION DE LA ORDEN DEL TEMPLE Escribe el Prof. Dr.   Antonio LAS HERAS

El próximo 13 de octubre se cumplirá un nuevo aniversario de la detención de los Caballeros Templarios.

ENIGMAS Y MISTERIOS EN TORNO A LA DESAPARICION DE LA ORDEN DEL TEMPLE

Escribe el Prof. Dr.   Antonio LAS HERAS

 

En la noche del viernes13 de octubre de 1307 fueron detenidos – sólo en París – 140 miembros de la Orden del Temple por disposición de Felipe el Hermoso, Rey de Francia, acompañado por la conducta entre neutral y silenciosa del Papa Clemente V a quienes los Templarios respondían en forma directa. Entre los arrestados estuvo Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden.

A partir de allí, todo lo relacionado con esta historia se hace confuso. El paso de los siglos, en lugar de haber ayudado a arrojar luz, profundiza las tinieblas.

Empecemos por que nunca han estado del todo claras las razones por las que el rey Felipe tomó esta decisión. El hecho de ser importante deudor del Temple y de que, en su momento, no fuera admitido su ingreso a la Orden nunca parecieron razones suficientes para su encarnizada conducta que incluyó cárcel y torturas durante varios años para los detenidos.

Cabe consignar que la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Jerusalén (habitualmente conocida como “Orden del Temple”) contaba – en aquellos días – con un exorbitante poder económico y financiero extendido por toda Europa. Esta institución movió en 300 años más piedras para erigir castillos, templos y catedrales que los egipcios en la construcción de las pirámides. Sólo para poner un ejemplo, fueron quienes inventaron el “cheque del viajero” por lo que se podía depositar – pongamos por caso – dinero en una casa templaria de Londres e ir retirando partes en París, Roma, Atenas y tantas otras localidades, a medida que una familia hacía su peregrinación a Tierra Santa. Contaban, además, con una enorme flota comercial así como militar.

Sólo lo que estamos señalando obliga a pensar en un consejo directivo compuesto por personas con reales conocimientos matemáticos, geográficos, astronómicos, arquitectónicos, de ingeniería, etc. ¿Cómo es posible entonces entender que el Gran Maestre Jacques de Molay fuera un caballero que ignoraba la escritura y la lectura? Cabe entonces preguntarse si éste no era el Gran Maestre exotérico, quien así era presentado a los profanos, pero había otro sólo conocido por los iniciados más avanzados de la Orden; el Gran Maestre esotérico.

Es igualmente muy extraño que siendo los Templarios una orden militar con un desarrollado servicio de informaciones, inteligencia y espías hábilmente distribuidos, no hubieran tomado conocimiento de los planes de Felipe por lo que fueron apresados tan fácil y sin oponer resistencia alguna.

Está históricamente comprobado que cuando los agentes del rey de Francia ingresaron al cuartel central del Temple, en París, no quedaban allí ni documentos ni tesoros. La bóveda que los atesoraba estaba vacía. Inequívoca referencia a que los superiores de la Orden se adelantaron a las acciones del monarca pero que, tal vez, para evitar seguir siendo perseguidos, permitieron que la cúpula pública fuera arrestada. De ser esto correcto, se trató de un acto de enorme valentía personal y grandeza espiritual de aquellos que, luego, permanecieron años detenidos y torturados hasta ser quemados en la hoguera en su mayoría.

Finalmente diremos que al tiempo que aquellos caballeros eran detenidos, la flota templaria (constituida por una treintena de embarcaciones como mínimo) fondeada en el puerto de La Rochelle (que ellos administraban y tenían fortificado sobre aguas atlánticas) y preparada de antemano, zarpó esa misma noche. Hasta el presente no se conoce – con certeza – cuál fue su destino. Desaparecieron para siempre.

Esos barcos que se hicieron a las aguas del Océano Atlántico ¿llevaban a los verdaderos dirigentes del Temple así como los numerosos documentos secretos – en su mayoría mapas de rutas marítimas – y cuantiosos tesoros?

Como tantos hechos protagonizados por los Caballeros Templarios, tampoco hay respuestas definitivas.

 

La foto que acompaña a este artículo muestra al autor en las murallas de San Juan de Acre, frente al Mar Mediterráneo, ciudad fortificada que defendieron Templarios, Cruzados y donde estuvo Ricardo Corazón de León.
Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social y magíster en Psicoanálisis graduado en la Universidad Argentina John F. Kennedy. Profesor universitario. Entre sus libros destacamos JESUS DE NAZARETH (LA BIOGRAFIA PROHIBIDA) de Editorial Nowtilus (Madrid); ALQUIMIA: HISTORIA, RITUALES Y FORMULAS, Colección Anima Mundi, Sello Alhué, Buenos Aires y SOCIEDADES SECRETAS: TEMPLARIOS, ROSACRUCES Y OTRAS ORDENES ESOTERICAS de Editorial Albatros (Buenos Aires) libro premiado con la Faja Nacional de Honor en el Género Ensayo de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)
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ORÍGENES DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

ORÍGENES DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN

Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

 

La reencarnación, palingenesia o metempsicosis es la creencia de que tras fallecer hay “algo” de la persona que subsiste en otra esfera imperceptible – el Más Allá – con la características especialísima de que ese “algo” mantiene consciencia de quien hubo sido durante la vida terrena.

Ideas reencarnacionistas se encuentran ya en la más antigua Tradición Hermética que afirma la existencia de un principio perenne e individualizado que habita y anima al cuerpo humano y que, ocurrida la muerte, transcurre un tiempo indefinido en el Más Allá, hasta encontrar un nuevo cuerpo conveniente, reencarnando en éste.

Para todas las escuela iniciáticas, esotéricas y de sabiduría, la reencarnación es un hecho cierto y comprobado, siendo, por lo demás, la causa primera por la cual cada persona durante su tránsito terreno debe procurar mejorar en sus facetas espirituales e intelectuales en vista a un crecimiento trascendente que lo ligue – de manera definitiva y trasmutadora – con el plan del trazado por el Gran Arquitecto del Universo.

La reencarnación es una de las creencias más antiguas. Forma parte del hinduismo, el budismo y otras filosofías orientales. En Occidente, la reencarnación tuvo adeptos entre algunos filósofos griegos. En nuestros tiempos se encuentra entre las enseñanzas de las sociedades teosóficas, los gurús indios, los psíquicos y el movimiento de la Nueva Era por el cual se han importado muchas creencias orientales, casi nunca comprometiéndose a serios cambios de vida, sino como algo que está de moda.

Las más antiguas civilizaciones como la sumeria, egipcia, china y persa, la conocieron en profundidad, pero esos saberes quedaban restringidos a los iniciados. Es por ello que los cultores de la historia oficial prejuzgan  suponiendo que no creían en la reencarnación. Lo cual es absolutamente falso puesto que los sacerdotes dedicaban sus días a progresar espiritualmente y desentrañar lo más que les fuera posible las leyes universales, a efectos de estar preparados para una futura vida mejor. El enorme esfuerzo que dedicaron a la edificación de pirámides, tumbas y demás construcciones funerarias, no demuestra en absoluto que creyeran en una sola existencia terrestre. Puesto que dichos monumentos tuvieron otras finalidades y nunca fueron tumbas. Así sucede con las pirámides de Kheops, Kefren y Micerino, en las que, si bien jamás fue hallado un esqueleto humano o una momia, los egiptólogos ortodoxos siguen insistiendo en que fueron tumbas. En verdad son monumentos a la sabiduría científica y esotérica.

Cuando apareció el Budismo en la India, en el siglo V a. J., adoptó la creencia en la reencarnación. Y por él se extendió en la China, Japón, el Tíbet, y más tarde en Grecia y Roma. Y así, penetró también en otras religiones, que la asumieron entre los elementos básicos de su fe. La primera vez que aparece la idea de la reencarnación es en la India, en el siglo VII a. J.

Si rastreamos el tema de la reencarnación, que en una de sus definiciones es que el alma de una persona muerta sea transferida al cuerpo de otro ser, no aparece en ninguna de las fuentes básicas del judaísmo. Recién el «Zohar» y la mística cabalística proveen al judaísmo de una idea tal como la reencarnación. El judaísmo jamás aceptó la idea de una reencarnación. Así en el Salmo 29 leemos: “Señor, no me mires con enojo, para que pueda alegrarme, antes de que me vaya y ya no exista más” (v.14). Y el Libro de la Sabiduría, dice: “El hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto; pero no puede hacer volver al espíritu que se fue, ni liberar el alma arrebatada por la muerte’’ (16,14).

Fue recién en el año 200 a. J. cuando entró en el pueblo judío la fe en la resurrección, y quedó definitivamente descartada la posibilidad de la reencarnación. Algunos eruditos creen encontrar el origen de estas ideas fuera del judaísmo, quizás en las religiones extremo orientales, que de algún modo llegaron a influir y ser parte de las creencias de reducidos grupos de judíos..El cristianismo, nacido del judaísmo mismo, es igualmente resurreccionista y no acepta la reencarnación.

El cuerpo más abundante de evidencia que apoya la doctrina de la reencarnación ha sido reunido por el doctor Ian Stevenson, médico psiquiatra y parapsicólogo de la Universidad de Virginia, que desde los años sesenta del Siglo XX, se dedicó a indagar en casos de presunta “memoria extracerebral” atribuible a presuntas reencarnaciones. Y así como una imagen vale por mil palabras, un relato extraído de las publicaciones hechas por Stevenson nos eximirá de mayores aclaraciones.

El caso que hemos elegido es el de Indika Guneratne, un niño de Sri Lanka – allá donde decidió radicarse Arthur Clarke – nacido en 1962 y que Stevenson comenzó a estudiar seis años después.

Indika por primera vez comenzó a hablar cuando tenía unos dos años y uno o dos años después empezó a describir una supuesta vida anterior en la que había sido un acaudalado residente de Matara, ciudad en la costa sur de Sri Lanka. Entre sus recuerdos se encontraban las características de la suntuosa mansión en que había residido, el auto Mercedes Benz que poseía como así también algunos de sus objetos preferidos y los elefantes que eran de su propiedad. Y otros datos muy precisos, como que el nombre de su chofer había sido Premdasa.

El padre de Indika, G. D. Guneratne, indagó en las declaraciones de su hijo descubriendo que un hombre de esas condiciones realmente había vivido en la ciudad indicada por su hijo. Pero no llevó adelante ninguna investigación más; esto sí le cupo a Stevenson.

Así pudo determinar que se trataba de K. G. J. Weerasinghe, un acaudalado comerciante de maderas, fallecido en 1960 dos años antes del nacimiento de Indika.

Stevenson pudo constatar que todos los dichos del niño coincidían, salvo algunos detalles. El fallecido sólo tenía un elefante y no varios. Tampoco había sido dueño de un Mercedes. Pero, y esto es igualmente extraordinario, la patente recordada por Indika coincidía con un automóvil de esa marca cuyo propietario había sido un vecino de un pueblo cercano.  Los recuerdos coincidían en un 90% con la realidad histórica. Había algunos desaciertos, es verdad, ¿pero puede la memoria – sobre todo la de un reencarnado – ser perfecta? Cabe aquí suponer que precisamente el hecho de que haya habido errores brinda mayor credibilidad a los dichos de Indika. Stevenson presenta a este caso como uno de los más sugestivos a favor de la reencarnación.

La creencia en la reencarnación va en franco crecimiento en todo Occidente. Así resulta asombroso comprobar cómo cada vez es mayor el número de los que, aún siendo católicos, aceptan la reencarnación. Una encuesta realizada en la Argentina por la empresa Gallup, reveló que el 33% de los encuestados cree en ella. En Europa, el 40% de la población se adhiere gustoso a esa creencia. Y en el Brasil, nada menos que el 70% de sus habitantes son reencarnacionistas. Por su parte, el 34% de los católicos, el 29% de los protestantes, y el 20% de los no creyentes, hoy en día la profesan.

 

 

HOY, 7 DE ENERO, ES NAVIDAD Por el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

HOY, 7 DE ENERO, ES NAVIDAD

Por el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

Ayer – 6 de enero – fue Nochebuena. Hoy, Navidad. Aunque parezca sorprendente para nosotros – acostumbrados a conmemorar los 24 y 25 de diciembre – en algunos lugares del mundo la fecha del Nacimiento es otra. En la misma fecha que unas iglesias celebran la Epifanía, otras evocan la Nochebuena. Así ocurre con las iglesias ortodoxas de Rusia, Jerusalén, Georgia y Serbia, pues los católicos del rito oriental celebran la Natividad el 7 de enero, mientras que once de las quince Iglesias ortodoxas del mundo lo hacen el 25 de diciembre. Estas iglesias son autocéfalas por lo que reconocen sólo el poder de su propia autoridad jerárquica (por ejemplo, del Patriarca de Alejandría, de Antioquía, de Constantinopla, etc.), aunque mantienen entre sí comunión doctrinal y sacramental.

Podría suponerse que estas variaciones tienen su origen en alguna intrincada interpretación bíblica o cierto párrafo hallado en uno de los Evangelios Apócrifos. O, tal vez, la idea de que el Día de Reyes indica el verdadero día en que Jesús nació. Pero no es así. El asunto parece ser muy simple. Al decir de muchos estudiosos, la diferencia sólo se sitúa en que se están utilizando dos calendarios diferentes para la medición del tiempo.

Pasa que cuando en 1917 aconteció en Rusia la Revolución de Octubre uno de los cambios fue la adopción del calendario gregoriano extendido en Europa desde el siglo XVI así como aplicado en toda América. Mas la Iglesia Ortodoxa Rusa no aceptó esa modificación por lo que siguió usando el calendario juliano. Este calendario – que toma como eje de medición del tiempo al Sol – debe su nombre a Julio César quien lo estableció en el año 46 a. J. Empero, ocurre que al día de hoy éste se encuentra retrasado 13 días respecto al gregoriano. Por ello las festividades de Nochebuena y Navidad aparecen desplazadas 13 días respecto al calendario usual.

De manera tal que – para quienes siguen aplicando el Calendario Juliano – Nochebuena es el 6 de enero y Navidad un día más tarde.

Ahora bien, cuando profundizamos más encontramos que puede existir otra razón – de gran fundamento ancestral, ritual y esotérico – para constituir el Nacimiento en la noche del 6 al 7 de enero y no del 24 al 25 de diciembre (solsticio de invierno en el hemisferio norte) y que dicha causa se encuentra en antiguos rituales milenarios.

En efecto, la fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con antiquísimas evocaciones míticas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio. Explica que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: «la virgen ha dado a luz, la luz crece.»

Cabe recordar que las iglesias ortodoxas en su conjunto conforman una comunidad cristiana, cuya antigüedad de acuerdo a los dichos de la Antigua Tradición lleva – por una sucesión apostólica ininterrumpida – a los tiempos de Jesús y sus principales doce apóstoles. Es la segunda iglesia cristiana más grande del mundo, contando con alrededor de 225 millones de fieles en todo el mundo.

De manera que bien puede hallarse aquí el “secretum templi” – parafraseando a los Templarios – que explique lo que, en principio y superficialmente, aparece como una simple obstinación a dejar el calendario juliano y adoptar el gregoriano.

Mientras tanto lo concreto es que el Patriarca Greco-ortodoxo de Jerusalén – Teófilo III – se traslada a la iglesia de la Natividad, en la ciudad de Belén, erigida por la cristiandad en lugar en el que según la tradición nació Jesús, para celebrar la misa en la noche del 6 al 7 de enero.

A diferencia de lo que sucede en Turquía donde la comunidad greco-ortodoxa de Estambul sigue el calendario gregoriano por lo que el 6 de enero celebra la Epifanía. Tal y como lo marca una tradición que data de la época bizantina, el Patriarca Bartolomeo lanza un crucifijo a las aguas del Bósforo. Y un grupo de jóvenes desafiando las bajas temperaturas ingresan a las aguas para recuperarlo.

En Moscú el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa – Kirill – dirige las celebraciones respetando el Calendario Juliano y dando por terminado en el amanecer del 7 de enero un ayuno ritual iniciado el 28 de diciembre pasado.

La Iglesia Ortodoxa se considera heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del Mediterráneo. Su doctrina teológica se estableció en una serie de concilios, de los cuales los más importantes son los primeros Siete Concilios, llamados «ecuménicos», que tuvieron lugar entre los siglos IV y VIII. Tras varios desencuentros y conflictos, la Iglesia católica ortodoxa y la Iglesia católica romana se separaron en el llamado «Cisma de Oriente y Occidente«, el 16 de julio de 1054. El cristianismo ortodoxo se difundió por Europa oriental gracias al prestigio del Imperio bizantino y a la labor de numerosos grupos misioneros.

 

 

Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social. Parapsicólogo. Escritor. Conferencista. Autor del libro JESUS DE NAZARETH, LA BIOGRAFIA PROHIBIDA (Nowtilus, España.) Profesor de Psicología Junguiana en la Universidad Argentina John F. Kennedy, Sociedad Científica Argentina y Sociedad Argentina de Escritores (SADE). 

Tel.: 54 11 4371 4788  e mail: alasheras@hotmail.com  

Twitter: @LasHerasAntonio

 

Foto: El Dr. Las Heras en la isla de Santorini (Grecia) durante su reciente viaje de junio 2015.

 

 

 

ORÍGENES DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

ORÍGENES DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN

Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

La reencarnación, palingenesia o metempsicosis es la creencia de que tras fallecer hay “algo” de la persona que subsiste en otra esfera imperceptible – el Más Allá – con la características especialísima de que ese “algo” mantiene consciencia de quien hubo sido durante la vida terrena.

Ideas reencarnacionistas se encuentran ya en la más antigua Tradición Hermética que afirma la existencia de un principio perenne e individualizado que habita y anima al cuerpo humano y que, ocurrida la muerte, transcurre un tiempo indefinido en el Más Allá, hasta encontrar un nuevo cuerpo conveniente, reencarnando en éste.

Para todas las escuela iniciáticas, esotéricas y de sabiduría, la reencarnación es un hecho cierto y comprobado, siendo, por lo demás, la causa primera por la cual cada persona durante su tránsito terreno debe procurar mejorar en sus facetas espirituales e intelectuales en vista a un crecimiento trascendente que lo ligue – de manera definitiva y trasmutadora – con el plan del trazado por el Gran Arquitecto del Universo.

La reencarnación es una de las creencias más antiguas. Forma parte del hinduismo, el budismo y otras filosofías orientales. En Occidente, la reencarnación tuvo adeptos entre algunos filósofos griegos. En nuestros tiempos se encuentra entre las enseñanzas de las sociedades teosóficas, los gurús indios, los psíquicos y el movimiento de la Nueva Era por el cual se han importado muchas creencias orientales, casi nunca comprometiéndose a serios cambios de vida, sino como algo que está de moda.

Las más antiguas civilizaciones como la sumeria, egipcia, china y persa, la conocieron en profundidad, pero esos saberes quedaban restringidos a los iniciados. Es por ello que los cultores de la historia oficial prejuzgan  suponiendo que no creían en la reencarnación. Lo cual es absolutamente falso puesto que los sacerdotes dedicaban sus días a progresar espiritualmente y desentrañar lo más que les fuera posible las leyes universales, a efectos de estar preparados para una futura vida mejor. El enorme esfuerzo que dedicaron a la edificación de pirámides, tumbas y demás construcciones funerarias, no demuestra en absoluto que creyeran en una sola existencia terrestre. Puesto que dichos monumentos tuvieron otras finalidades y nunca fueron tumbas. Así sucede con las pirámides de Kheops, Kefren y Micerino, en las que, si bien jamás fue hallado un esqueleto humano o una momia, los egiptólogos ortodoxos siguen insistiendo en que fueron tumbas. En verdad son monumentos a la sabiduría científica y esotérica.

Cuando apareció el Budismo en la India, en el siglo V a. J., adoptó la creencia en la reencarnación. Y por él se extendió en la China, Japón, el Tíbet, y más tarde en Grecia y Roma. Y así, penetró también en otras religiones, que la asumieron entre los elementos básicos de su fe. La primera vez que aparece la idea de la reencarnación es en la India, en el siglo VII a. J.

Si rastreamos el tema de la reencarnación, que en una de sus definiciones es que el alma de una persona muerta sea transferida al cuerpo de otro ser, no aparece en ninguna de las fuentes básicas del judaísmo. Recién el «Zohar» y la mística cabalística proveen al judaísmo de una idea tal como la reencarnación. El judaísmo jamás aceptó la idea de una reencarnación. Así en el Salmo 29 leemos: “Señor, no me mires con enojo, para que pueda alegrarme, antes de que me vaya y ya no exista más” (v.14). Y el Libro de la Sabiduría, dice: “El hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto; pero no puede hacer volver al espíritu que se fue, ni liberar el alma arrebatada por la muerte’’ (16,14).

Fue recién en el año 200 a. J. cuando entró en el pueblo judío la fe en la resurrección, y quedó definitivamente descartada la posibilidad de la reencarnación. Algunos eruditos creen encontrar el origen de estas ideas fuera del judaísmo, quizás en las religiones extremo orientales, que de algún modo llegaron a influir y ser parte de las creencias de reducidos grupos de judíos..El cristianismo, nacido del judaísmo mismo, es igualmente resurreccionista y no acepta la reencarnación.

El cuerpo más abundante de evidencia que apoya la doctrina de la reencarnación ha sido reunido por el doctor Ian Stevenson, médico psiquiatra y parapsicólogo de la Universidad de Virginia, que desde los años sesenta del Siglo XX, se dedicó a indagar en casos de presunta “memoria extracerebral” atribuible a presuntas reencarnaciones. Y así como una imagen vale por mil palabras, un relato extraído de las publicaciones hechas por Stevenson nos eximirá de mayores aclaraciones.

El caso que hemos elegido es el de Indika Guneratne, un niño di Sri Lanka – allá donde decidió radicarse Arthur Clarke y vivió hasta su fallecimiento – nacido en 1962 y que Stevenson comenzó a estudiar seis años después.

Indika por primera vez comenzó a hablar cuando tenía unos dos años y uno o dos años después empezó a describir una supuesta vida anterior en la que había sido un acaudalado residente de Matara, ciudad en la costa sur de Sri Lanka. Entre sus recuerdos se encontraban las características de la suntuosa mansión en que había residido, el auto Mercedes Benz que poseía como así también algunos de sus objetos preferidos y los elefantes que eran de su propiedad. Y otros datos muy precisos, como que el nombre de su chofer había sido Premdasa.

El padre de Indika, G. D. Guneratne, indagó en las declaraciones de su hijo descubriendo que un hombre de esas condiciones realmente había vivido en la ciudad indicada por su hijo. Pero no llevó adelante ninguna investigación más; esto sí le cupo a Stevenson.

Así pudo determinar que se trataba de K. G. J. Weerasinghe, un acaudalado comerciante de maderas, fallecido en 1960 dos años antes del nacimiento de Indika.

Stevenson pudo constatar que todos los dichos del niño coincidían, salvo algunos detalles. El fallecido sólo tenía un elefante y no varios. Tampoco había sido dueño de un Mercedes. Pero, y esto es igualmente extraordinario, la patente recordada por Indika coincidía con un automóvil de esa marca cuyo propietario había sido un vecino de un pueblo cercano.  Los recuerdos coincidían en un 90% con la realidad histórica. Había algunos desaciertos, es verdad, ¿pero puede la memoria – sobre todo la de un reencarnado – ser perfecta? Cabe aquí suponer que precisamente el hecho de que haya habido errores brinda mayor credibilidad a los dichos de Indika. Stevenson presenta a este caso como uno de los más sugestivos a favor de la reencarnación.

La creencia en la reencarnación va en franco crecimiento en todo Occidente. Así resulta asombroso comprobar cómo cada vez es mayor el número de los que, aún siendo católicos, aceptan la reencarnación. Una encuesta realizada en la Argentina por la empresa Gallup, reveló que el 33% de los encuestados cree en ella. En Europa, el 40% de la población se adhiere gustoso a esa creencia. Y en el Brasil, nada menos que el 70% de sus habitantes son reencarnacionistas. Por su parte, el 34% de los católicos, el 29% de los protestantes, y el 20% de los no creyentes, hoy en día la profesan.

Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social y magíster en Psicoanálisis egresado de la Universidad Argentina John F. Kennedy. Parapsicólogo. Profesor universitario. Periodista. Conferencista. Autor de 30 libros de ensayo publicados en Argentina, México, Estados Unidos, España, Rumania y Polonia. Cofundador y actual presidente de la Asociación Argentina de Parapsicología (AAP)

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