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LA HORA DE LA ESPIRITUALIDAD

Por Antonio Las Heras

André Malraux

“El siglo XXI será espiritual o no será”, frase atribuida al escritor y filósofo francés André Malraux que, si bien no aparece en ninguno de sus textos, el intelectual argentino Carlos Floria afirma que fue pronunciada durante una entrevista que le realizó en 1963 (Floria dirigía la revista católica “Criterio”) mientras ocupaba el cargo de Ministro de Cultura de Francia. 

Carlos Floria

Como sea, nos interesa comenzar este trabajo con dicha cita pues sintetiza lo que ha sido idea de varios pensadores durante el Siglo XX. En efecto, no pocos fueron quienes presagiaron, para este tercer milenio, la hora de la espiritualidad.

Incluso el sociólogo Zygmunt Baumant escribió, refiriéndose a Europa: “Nuestro continente perecerá si no constituye una referencia espiritual clara.”

Zygmunt Bauman

Ante todo hay que recordar que, mientras se marchaba hacia la segunda parte del Siglo XX, la idea predominante fue que la Ciencia y la tecnología, aunadas, habrían de traernos aquellas bonanzas que Occidente (y el Oriente occidentalizado) anhelaban cuál bienes supremos. A punto tal fue así que hubo autores imaginando la aparición de un homo ludens para el año 2000; tanto como  otros estuvieron convencidos de que, para esos tiempos, estaríamos viajando por el espacio recorriendo planetas, sin enfermedades, muy longevos y todo con poco esfuerzo. Precisamente el concepto de homo ludens refería al humano que utiliza su tiempo cotidiano en diversiones y entretenimientos.

Habida cuenta de lo que nos toca transitar en estas dos primeras décadas del tercer milenio, innecesario es señalar que ninguna de tales hipótesis fueron realidad. Las búsquedas materiales – sustentadas en los progresos científicos y tecnológicos –  no disminuyeron el malestar individual y social. Por el contrario, ese malestar (que podemos definir como “vacío existencial”) se incrementó de manera exponencial.

Como reacción de cierta intensidad y sentido contrario, era esperable que la persona buscará respuesta en la espiritualidad.

Mas, antes de seguir, cabe preguntarse ¿a qué llamamos “espiritualidad”? Espiritualidad es, concretamente, la posibilidad que tiene un humano para adquirir comprensión cabal y absoluta de cuál es el lugar que el Omnipotente ha dispuesto para él. Habida cuenta de tal saber, cada quien – ejerciendo su libre albedrío – decidirá si hará lo necesario para ocupar o no ese sitio que le permitiría convertirse en parte de la armonía universal.

René Guenon

En Europa la búsqueda espiritual fue moneda corriente hasta el siglo XIV. A partir de entonces  – como bien denuncian autores de la talla de René Guénon y Elémire Zolla –empezó a revertirse a partir de los acontecimientos generados por

Elémire Zolla

, el Hermoso; rey de Francia. En particular la persecución a los miembros de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón; más conocidos como “los Templarios.” Desde entonces  el materialismo fue acrecentándose pasando la espiritualidad a segundo plano hasta, casi, disolverse durante el Siglo XX. Innecesario es señalar que, ya en este Tercer Milenio, lo que prevalece es el “materialismo consumista” uno de cuyos ejes es buscar convencer – a través del auge de las neurociencias –  que la conducta humana es resultado único de reacciones físicas y químicas. De alma inmortal y espiritualidad, absolutamente nada.  

Francisco Garcia Bazan

Francisco García Bazán, basándose en Pablo (14, 6 -12) 1 Cor., expresa que “el discurso espiritualmente inspirado debe ser inteligible, para que sea útil a los demás y si se aspira a los dones espirituales, se debe procurar que sean para el bien de la asamblea.”

De manera que cuando nos referimos a espiritualidad sobre lo que estamos tratando es de esa particular integración de la inteligibilidad con el uso de la fuerza de voluntad. En este punto hay que definir “voluntad” para no confundirlo con las usuales definiciones psicológicas. En el ejercicio de la espiritualidad, voluntad es la capacidad exclusiva de la especie humana, de que – a partir de lo obtenido y hecho inteligible – la persona sea capaz de tomar decisiones, haciéndose cargo de las consecuencias que ello conlleva y entendiendo que es allí – y no en otro momento – cuando está realizando el ejercicio pleno de la libertad. Libertad que, al alcanzar su plenitud, concreta el bien superior a que puede aspirar cualquier humano: convertirse en único e irrepetible.

La búsqueda espiritual requiere tiempo diario suficiente para el pensamiento en soledad, la contemplación y la reflexión.

Exactamente lo opuesto de lo que estaba ofreciendo el mundo hasta la repentina aparición de la pandemia.

Puede decirse entonces, también, que espiritualidad es el vínculo que se establecerse entre la persona y la divinidad. Queda claro que estamos ocupándonos de algo del orden de lo no físico; de lo trascendente. Lo espiritual es intangible pero es inteligible para quien se ha permitido suficiente introspección.

La búsqueda hacia el encuentro de lo espiritual siempre ha utilizado los mismos senderos para su logro. Exige la certeza de que llevamos el soplo divino en nuestra esencia.

Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. e mail: alashera@hotmail.com

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NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

 «El mal no tiene una subsistencia por sí mismo.» Basilio el Grande (330/379 d. J)

 El mal no existe; sólo privación del bien. San Agustín de Hipona (354/430 d. J)

“No hay mal que por bien no venga” es una antigua sentencia que solían repetir nuestros antepasados y que, hoy por hoy, poco se conoce, menos se dice y nada es tenida en cuenta. Sucede que en esta sociedad líquida –  como a nuestro juicio la ha definido con gran acierto Zygmunt Bauman – los acontecimientos de la vida son evaluados (y valorados) de manera fragmentada lo que asegura que nunca pueden ser entendidos. La necesidad de inmediatez que se aplica a todo, hace que la persona carezca del tiempo necesario para el debido análisis de por qué sucede lo que haya acontecido.

De esa manera todo aquello que no se produce tal cual era lo esperado provoca frustración y malestar emocional generando las ya cada vez más frecuentes reacciones violentas quie afectan tanto a uno mismo como a quienes rodean a quien así procede.

En la sociedad actual no hay invitación a presuponer que si algo no ocurrió como era deseado bien puede deberse a que algo mejor espera en las proximidades.

Existe una gran sabiduría (a más de un claro entendimiento de cómo es el encadenamiento de hechos en la vida de cada humano) cuando se afirma que “no hay mal que por bien no venga.” Quien así lo está viendo es por que, desde el desconocimiento de la totalidad de las variables intervinientes, está prejuzgando que ha sido perjudicado.

Llegado a este punto, corresponde poner en duda si el “mal” en tanto entidad tiene existencia real. Asunto filosófico de no poca valía que, a través de este refrán, aparece resuelto por nuestros ancestros. Nada es malo en sí mismo; y el hecho de que algo aparezca a nuestra consciencia como tal puede estar haciendo que nos privemos de aquello valioso que no hemos tenido en cuenta.

Lo que comprendieron quienes nos precedieron es que cada uno debe observar su vida no como una serie de sucesos esparcidos y sin relación entre ellos, sino como un sutil entramado donde desde el momento mismo del nacimiento (con las circunstancias físicas, familiares y psicosociales que en ese momento hayan imperado) se inicia un recorrido en que cada aspecto cuenta. De allí que el hecho de que algo nos parezca malo sólo por que no es lo que nuestra consciencia aguardaba puede ser un error cabal de comprensión. Se trata de acontecimientos que, ya vistos en el tiempo, son los quellevan a expresar: “Menos mal que no pasó aquello…”

Llegar tarde a una cita, quedar encerrado en el ascensor, un auto que no arranca, cierto olvido, el uso de un sendero equivocado, junto a tantos otros ejemplos, llevan a quien los protagoniza a pensar de inmediato que las cosas le están saliendo mal. Empero, más de una vez, cuando las hojas del calendario han caido lo suficiente, se observa lo beneficioso que el hecho considerado a priori “malo” ha resultado.

Los taoistas chinos tienen para estas cosas la expresión “Wu Wei” que puede traducirse como “dejar fluir” la vida y sus hechos. Pero atreverse, en verdad, a dejar fluir sin interrumpir, ni querer corregir el flujo vital con cambios, atajos, prejuicios o categorizaciones conscientes. Las plantas, pongamos por caso, crecen respetando el Wu Wei ya que no hacen otros esfuerzos para crecer sino aquellos que la Naturaleza misma les requiere. Wu Wei puede entenderse, entonces, como una manera natural de hacer las cosas respetando las leyes universales (a las cuales también estamos ajustados los humanos aunque hoy las conductas parezcan reflejar que nos hallamos por fuera y encima de ellas), sin forzarlas con artificios que desvirtúen su armonía y principio.

El célebre sabio suizo Carl G. Jung (1875/1961) utilizaba la expresión «don`t interfere.” Un objeto que le era necesario en ese momento y no aparecía, por ejemplo. “No interferir” era su punto de vista; su manera de actuar. Dicho de otro modo: si no sucede lo que se está pretendiendo es por que no es el momento oportuno. No hay que interferir.

Comprendemos que para la vida consumista y, por ello, banal e intrascendente, que impera en la actualidad ésta manera de comportarse – que aunque no lo hayamos señalado, claro está requiere de un interés por la práctica de lo espiritual – dejando fluir y evitando interferir se torna ajena, irreal, imposible de realizar. Aunque haya quienes nos empeñamos en hacerlo. Pero lo que hemos querido presentar en éste artículo son sólo las razones por las cuales quienes nos precedieron estuvieron convencidos – como todavía hoy lo estamos algunos – de que “no hay mal que por bien no venga.”

  (En la foto el Dr. Las Heras aparece en la región donde la tradición atribuye que estuvo la Pentápolis que incluyó a Sodoma & Gomorra, próxima al Mar Muerto, Israel, Medio Oriente.)

Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social (UAJFK) y magister en Psicoanálisis (UAJFK) Profesor universitario. Conferencista. Escritor. Su último libro es “Permiso para una vida mejor” (Editorial Atlántida, Buenos Aires) Cofundador y presidente de la Asociación Junguiana Argentina (AJA). Miembro Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)

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