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Esa triste necesidad de que todos te quieran… Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

Esa triste necesidad de que todos te quieran…

Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS

Cada vez son más las personas que me expresan tristeza por no conseguir que todo su ámbito de relaciones les prodigue el afecto que aguardan recibir. “¿Por qué esas personas no me quieren?”, es la pregunta que usualmente escucho. A lo que continúa: “Estoy triste por que noto que no me quieren. No entiendo por qué son así.”

Se trata de personas que hacen cosas, tienen hijos y familia, trabajan; podría decirse que tienen una vida normal y, dentro de ello, satisfactoria. Empero, no pueden disfrutarlo de manera plena pues anhelan a que todo aquel a quien conocen o, por algún motivo, comparten algo, tiene que quererlos.

Llegado a este punto resulta imprescindible definir ¿a qué llaman tales sufrientes “ser queridos”? La respuesta es simple: Ser queridos, para quienes adolecen de estas situaciones, es sinónimo de aprobación. Lo que están pidiendo es ser aprobados, reconocidos; en modo alguno rechazados ni tampoco lo que el rechazo conlleva que es la separación y el aislamiento.

Todos sus logros se les aparecen como insuficientes y hasta pueden llegar a imaginar sus vidas tronchadas si no consiguen la aprobación – el querer – de todos cuántos les rodean; aunque se trate de personas lejanas a las que sólo encuentran muy de vez en cuando.

Esta situación es típico producto psicosocial del consumismo que transitamos. Y del cual, si somos psíquicamente adultos, hemos de hacer todo lo posible para evitar.

Que una cosa es el consumo de cuanto se torna menester para un vida de concreciones auténticas y otra muy distinta el consumismo que sólo invita a mantener enmascaramientos en superficie a efectos de ocultar el vacío existencial interno.

El consumismo persigue, precisamente, la quimérica condición de ser querido, admirado, apreciado por todos sin condición ni limitaciones.

A partir de allí – y siempre mediante el mágico arte (y por lo tanto engañoso y falso del ilusionista) del ejercicio del consumismo – se hace presuntamente posible mostrarse siempre joven, atlético, sonriente, contento, exhibiendo los últimos implementos de la tecnología y la moda del vestir e irradiando por las redes sociales fotos que los muestran generosos, alegres, viajeros a destinos obviamente vacíos, banales e inocuos.

Todo sea por que los demás los quieran mucho… De manera que lo que tenemos aquí, es esa triste necesidad de que todos los aprecien…

Y cuando se tiene la autoestima disminuida – asunto mucho más frecuente de lo que parece – es entendible que cualquier muestra de no ser querido afecte a la persona hasta el punto de perturbar su existencia.

Es la necesidad de incorporación al rebaño. De no distinguirse de entre los demás. De que todos aparezcan iguales o, al menos, se lo parezca en un engaño aceptado por los integrantes de dicho rebaño.

El consumismo – que diluyó la idea de persona, ciudadano e individuo – consigue así obliterar un aspecto esencial para la implementación y desarrollo de la condición humana, que es convertirse en alguien único e irrepetible. A diferencia de vegetales y animales, la persona humana – que cuenta con eso que los filósofos de la antigüedad llamaron “chispa divina” – está capacitada para crear, diferenciarse, elegir caminos únicos, atreverse hacia horizontes nunca antes frecuentados. Merced al ejercicio de esto, la Humanidad abandonó hace milenios las cavernas para construir todo cuanto hoy conocemos. Consumismo incluido.

De manera tal que muy bienvenido que haya personas que no estén de acuerdo con nuestras formas personales de proceder. Así como otras las han de hallar favorables. Tales situaciones evidencian que estamos construyéndonos como reales humanos y no como zombies llevados por la uniformidad consumista.

A todos quienes me consultan sobre estos temas les recuerdo aquel poema escrito por Baltazar Gracián y Morales (nacido en Belmonte de Gracián, Calatayud, Zaragoza; 8 de enero de 1601 y fallecido en Tarazona, Zaragoza; 6 de diciembre de 1658); sabio sacerdote jesuita y escritor del período barroco español; autor de El HéroeEl políticoEl discretoEl criticónOráculo manual y arte de prudencia, entre otras obras que merecen detenida lectura.

Baltazar Gracián (nombre con el que ha pasado a la historia) es el autor del siguiente poema que deja bien en claro por qué motivo es muy importante para quienes apreciamos vivir la condición humana plena, tener gente que no nos quiera, que nos critique malamente (la crítica objetiva siempre es bienvenida) y hagan habladurías (chusmeríos) a nuestras espaldas.

Los invito a reflexionar sobre los versos del poema:

“Triste cosa es no tener amigos,

pero más triste debe ser no tener enemigos,

porque quien enemigos no tenga, señal de que no tiene:

ni talento que haga sombra,

ni valor que le teman,

ni honra que le murmuren,

ni bienes que le codicien,

ni cosa buena que le envidien.”

 

 

Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social y magíster en Psicoanálisis (UAJFK) Profesor universitario. Miembro Honorario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Cofundador y actual presidente de la Asociación Junguiana Argentina (AJA). Autor del best seller “Permiso para una vida mejor” (Editorial Atlántida)

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