Por Antonio Las Heras
¿Cómo aparece la primera forma de vida en la Tierra? Es un interrogante que – aun habiendo hipótesis más o menos aceptadas – continúa siendo imposible de responder para la Ciencia actual. De manera que, se comprende que tampoco haya una respuesta clara y precisa para la pregunta ¿cómo surgió la especie humana en la Tierra?
Es real que hubo una etapa concreta de la evolución que marcó un punto de inflexión en el camino inevitable hacia el Homo sapiens. Pero, ¿cómo se generó ese momento clave? ¿Somos el simple fruto de unas fuerzas naturales movidas por el azar o somos el resultado de la intervención de “algo” desconocido? ¿Acaso puede aceptarse que el ser humano sea el fruto de una evolución biológica producida íntegramente al azar? ¿Podría aceptarse, razonablemente, que fue la concurrencia fortuita de un conjunto de causas aleatorias lo que permitió que tuviera lugar el origen biopsicosocial del humano?
Ya expresaba Carlo Rubia, Premio Nobel de Física en 1984, «está claro que todo esto no puede ser consecuencia de la casualidad (…) Hay, evidentemente, algo o alguien haciendo las cosas como son.»
Para poder hacernos un claro criterio de lo – llamémosle – “misterioso” origen de la especie humana, tengamos en cuenta que Louis Seymour Bazett Leakey (1903/1972), destacadísimo arqueólogo, antropólogo y paleoantropólogo, ha escrito:
“Todavía existen inmensas lagunas en nuestro conocimiento acerca de los comienzos del Homo Sapiens. Hay ejemplos de auténtico Homo sapiens fechados hace 28.000 a 30.000 años.”
Y concluye su libro publicado de manera póstuma (escrito junto con Janes Goodall) con una frase conmovedora: “Serán recompensadosampliamente con el aporte que hagan al conocimiento pleno de cómo el hombre llegó a convertirse en hombre.”
Téngase en cuenta que esto lo escribía la persona que tenía – en ese momento – los mayores conocimientos sobre el origen de la especie humana. Y reconocía que cómo hemos surgido en la Tierra seguía siendo un enigma a descifrar.
Charles Darwin (1809/1882), en su libro “El origen del hombre”, señala lo siguiente: «La principal conclusión a la que aquí se ha llegado, y que actualmente apoyan muchos naturalistas que son bien competentes para formar un juicio sensato, es que el hombre desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los fundamentos sobre los que reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque la estrecha semejanza entre el hombre y los animales inferiores en el desarrollo embrionario, así como en innumerables puntos de estructura y constitución, tanto de importancia grande como nimia (los rudimentos que conserva y las reversiones anómalas a las que ocasionalmente es propenso) son hechos incontestables»
Obsérvese que lo dicho aquí por Darwin de ninguna manera aclara de qué manera se constituye la especie humana – con sus características singulares tan disímiles de las demás – sino que apela a generalizaciones basadas en observaciones un tanto superficiales. Obvio, en aquellos tiempos no se conocían los estudios de ADN, ni tantos otros hallazgos de la Ciencia actual. Pero lo que buscamos subrayar es que no tiene una explicación racional y, por lo tanto, fundamentada, para explicar el origen del humano actual. Tanto es así que se ve obligado a referirse a un supuesto “eslabón perdido”, al advertir que falta un “algo” integrador que permitiera llegar a los humanos que somos.
Como bien señala el psicólogo (Universidad de Barcelona) contemporáneo Nahum Montagud Rubio: “Hoy en día el eslabón perdido sigue teniendo mucha repercusión en nuestra cultura popular. No hace falta hacer una investigación muy profunda para ver que, a la mínima que se descubre un hueso homínido, los medios de comunicación no pueden resistirse a poner titulares del estilo ´¿Será este el eslabón perdido?´ puesto que la idea de dónde venimos y de quienes podríamos descender llama mucho la atención. De hecho, si ponemos´eslabón perdido´ en nuestro buscador y especificamos que queremos buscar noticias nos saldrán unas 43.000 entradas que demuestran lo vivo que está este mito todavía.
Jean Piveteau (1899/1991) – distinguido paleontólogo y miembro de la Academia Francesa de Ciencias – también se interrogó sobre el tema: “¿Qué revolución biológica pudo, tan súbitamente, realizar tal cambio? Aprehendemos aquí el arranque del fenómeno de la hominización. La subida del psiquismo coexistente con la evolución de la vida se cruzó ´los pasos de la reflexión´, la corriente vital llevada a un escalón superior renueva la faz del mundo.“ Y agrega la frase del físico, matemático y filósofo Blaise Pascal (1623/1662): “Instinto e inteligencia, marca de dos naturalezas.”
¡Y allí es dónde se encuentra el eje de la cuestión a la que aquí nos estamos refiriendo! No se trata de aquellas formas de homínidos que existieron durante unos 25.000.000 de años sin que tuvieran mayores evoluciones. Tampoco de los distintos homo que habitaron la Tierra durante un millón de años y siguieron viviendo en cuevas y cavernas, sin mayor desarrollo que el de cuidar el fuego, tallar alguna piedra y utilizar un cuero de algún animal cazado. A lo que nos referimos es a ¿qué ocurrió en un momento dado en que prevaleció lo que conocemos como inteligencia humana? Y a partir de allí, cual si se hubiera apretado un botón, comenzó tal desarrollo que en pocos miles de años nos ha llevado a la Humanidad actual. ¿Por qué esto no sucedió en un millón de años? Pero, de pronto, ¡sucede!
Algunas explicaciones se han buscado. Por ejemplo la que indica que entre 14.000 y 8.000 años atrás, los homo de aquel entonces, atravesaron un importante proceso sedentario conocido como «Revolución Agrícola» (o Revolución Neolítica); que los llevó a asentarse en un sitio determinado, plantar alimentos y domesticar animales comenzando a transformar los paisajes naturales y generar la sociedad.
Se calcula que hace diez mil años surgía la agricultura. Había unos cinco millones de seres humanos dispersos en la Tierra. La agricultura los obligó a hacerse sedentarios y, con ello, tuvo lugar el desarrollo y diseño de nuevas herramientas, el aumento de las formas de comunicación y el establecimiento de nuevos poblados lo que los llevó a fabricar ropa y viviendas para protegerse del calor o el frío.
Todo muy interesante. Pero sigue dejando sin responder la pregunta esencial, ¿qué llevo a esos homo a efectuar esas transformaciones? Intentar explicar que el cambio climático (lo que se conoce en Geología como el final del “pleistoceno”, hace unos 11.700 años) permitió la aparición de capacidades tales como el libre albedrio, la creatividad, el pensamiento racional reflexivo es descabellado.
Tampoco es factible suponer que un conjunto de reacciones físico/químicas que la Ciencia hoy no puede entender ni explicar, habría generado las condiciones imprescindibles para que surgiera la primera especie pensante, creativa y con conocimiento de su propia finitud.
Regresamos a L. S. B. Leakey: “Hay tantas lagunas en la historia de la evolución humana, en espera todavía de ser llenadas, que, para cubrirlas, son necesarios muchos e intensos estudios.”
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo, historiador y escritor. “Atrévete a vivir en plenitud”, es uno de sus recientes libros. http://www.antoniolasheras.com